… es evidente que la gran prensa escrita, sonora y audiovisual, ha jugado el papel que la política editorial de sus patronos (principalmente, grandes conglomerados económicos del país) han ordenado: Estigmatizar a los jóvenes…

Imagen Joshua Collins

 Por Olga Behar, Directora Utópicos@olgabehar1. Durante el primer mes del Paro Nacional, el periodismo ha jugado un papel trascendental y no ha escapado a los ataques verbales y físicos, por parte de autoridades y de los propios marchantes.

Por un lado, es evidente que la gran prensa escrita, sonora y audiovisual, ha jugado el papel que la política editorial de sus patronos (principalmente, grandes conglomerados económicos del país) han ordenado: Estigmatizar a los jóvenes; privilegiar las informaciones sobre vandalizaciones, por encima de las causas de los reclamantes y su comportamiento pacífico en las protestas; incluso, la discriminación contra los indígenas, han sido conductas habituales entre reporteros, presentadores y comentaristas.

Olga Behar

“Me da miedo salir a la calle”, dice una reportera de un canal privado; “guardo mi carnet cuando tengo que ir a hacer un cubrimiento”, me confiesa un corresponsal de una revista nacional. Ambos forman parte de medios que han sido poco equilibrados y hacen eco a las expresiones polarizadoras en sus publicaciones. Los corresponsales, ajenos a esa forma torcida de ver el paro, terminan pagando los platos rotos de la política capitalina.

Sus temores no son infundados. La Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- registró, durante el mes del paro “55 ataques a periodistas por parte de particulares que participan en las manifestaciones sociales. Dentro de estos ataques hay 15 amenazas, 9 agresiones físicas y 2 daños a la infraestructura de medios”.

Más grave aún ha sido la actitud de los agentes del Estado, que no solo han atacado ferozmente a los manifestantes. Los comunicadores son sus víctimas también. Como lo denuncia la FLIP: “Estos 28 días de Paro Nacional se han convertido en el periodo de cubrimiento de manifestaciones más violento para la prensa y ha transcurrido en medio de estigmatizaciones y agresiones por parte de miembros de la fuerza pública y bajo un silencio total del gobierno y las autoridades”.

Esta organización registró 165 violaciones a la libertad de prensa, que causaron daños a 186 víctimas, con gases lacrimógenos, golpes con elementos como escudos o bolillos, ataques con taser, patadas y puños. De estas violaciones, las más graves fueron 59 agresiones físicas; 31 amenazas; y 6 detenciones ilegales. Y en3 0 de ellas (10 agresiones físicas, 5 robos o eliminación del material periodístico, 3 detenciones ilegales y 4 amenazas), las víctimas fueron mujeres periodistas.

“El agresor más frecuente ha sido la fuerza pública con 87 ataques… el 52% de las agresiones fueron cometidas por uniformados, quienes han intimidado, amenazado, agredido, obstruido y estigmatizado a los y las periodistas”, agrega la FLIP, en este escandaloso informe.

Como quien dice, para acallar la verdad, como muchas veces ha sucedido en la historia de la humanidad, en lugar de intentar comprenderla, consideran más efectivo callar al mensajero.

Ojalá en el desarrollo de las negociaciones se logren la concordia y el respeto por el otro, y el periodismo sea incluido en esta mea culpa, para que, a futuro, se entienda que la libertad de expresión puede contribuir, de manera eficaz, a aclimatar la paz social.  

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