Puerto RicoInforman Luis Ferré-Sadurní, Lizette Alvarez y Frances Robles en el New York Times. SAN JUAN, Puerto Rico — Un día después de que el huracán María arrasara Puerto Rico y destruyera casas, hoteles, torres de telefonía móvil y toda la red eléctrica de la isla, el miedo y la frustración se podían sentir en cada rincón el jueves.

En ningún lugar había electricidad. Los teléfonos celulares prácticamente se volvieron inútiles. La mayoría del agua de la isla no estaba en condiciones de ser bebida. Los caminos están cubiertos de escombros. Y todavía se desconoce la situación exacta de los daños. Al concluir el día, Ricardo Roselló, el gobernador de Puerto Rico, dijo que no hay contacto con funcionarios en el 85 por ciento de la isla.

La noche del jueves, Bernardo Márquez, el alcalde de Toa Baja, un poblado al noreste de la isla, dijo a The New York Times que ocho personas se ahogaron tras la inundación. Eso elevó a 10 el número de personas que han muerto en Puerto Rico hasta el momento debido al huracán María, y el saldo podría aumentar. La tormenta también causó la muerte de quince personas en Dominica y dos en Guadalupe.

 

Para Puerto Rico, desde hace mucho tiempo afectado por su enorme deuda y un sistema financiero básicamente en bancarrota, el camino hacia la recuperación pasó de muy largo a posiblemente infinito. Todavía en recuperación tras el huracán Irma, que dañó el 70 por ciento de la electricidad hace dos semanas, enfrenta una montaña de necesidades en los próximos meses conforme el gobierno federal se esfuerza al máximo para lidiar con la destrucción dejada por los huracanes Harvey e Irma.

A diferencia de Texas y Florida, estados políticamente poderosos en el continente, Puerto Rico es un Estado asociado empobrecido e hispanohablante. Además, es una isla, por lo que llevar ayuda se vuelve caro y pesado.

“La ironía es que estamos en crisis aquí e imagínese, un fenómeno como este viene a destruirnos”, dijo Edwin Serrano, de 37 años, un trabajador de la construcción que vive en el distrito histórico del Viejo San Juan. “Se necesitará un prolongado esfuerzo”.

Este jueves, la isla fue declarada como zona de desastre federal, lo cual liberó los recursos federales de emergencia.

Los primeros grandes pasos hacia la recuperación se darán cuando una pista de aterrizaje en San Juan, ya sin escombros, reabra para comenzar a recibir tres o cuatro cargas de avión con generadores, agua, carpas, catres y otros artículos muy necesitados, dijo Alejandro de la Campa, el director en Puerto Rico de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés). Aviones comerciales y militares serán usados para los vuelos. Equipos de emergencia también comenzarán a recorrer la isla para ayudar a los habitantes con sus necesidades inmediatas, agregó.

Un total de 3200 empleados federales estaban en tierra en Puerto Rico y las Islas Vírgenes de Estados Unidos para ayudar con la respuesta y la recuperación, dijo Jennifer González-Colón, comisionada residente de Puerto Rico en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

Los aviones serán despachados este viernes para revisar regiones remotas, donde el saldo de muertes por el huracán María ha sido imposible de determinar. Con la mayoría de las estaciones de radio, antenas de televisión y torres de telefonía móvil caídas, el gobernador Rosselló dijo que el gobierno no tenía contacto con funcionarios locales que pudieran informar cuánto daño había causado el meteoro.

Restablecer las comunicaciones es una prioridad, dijo el gobernador, aunque la tarea será monumental. La Comisión Federal de Comunicaciones estimó el jueves que Puerto Rico había perdido el 95 por ciento de sus células de telefonía móvil.

“En las próximas 24 o 48 horas, el panorama se volverá más claro”, dijo Rosselló.

También es una prioridad reabrir los puertos de San Juan, Ponce y Mayagüez, lugares clave para la vida económica.

Lo que complica la recuperación de Puerto Rico es la devastada economía de la isla. La isla ha estado atascado en una profunda recesión durante más de una década y tiene una deuda de 74.000 millones de dólares. Sin disponer de vías para pagarla, Puerto Rico se declaró en una especie de bancarrota en mayo, la primera vez en la historia que un estado o territorio estadounidense ha tomado esa medida extraordinaria. Las finanzas de la isla son supervisadas por un comité federal de control.

Si existe algo promisorio en eso, como un Estado libre asociado de Estados Unidos, es que Puerto Rico puede recibir dinero de FEMA. Ese dinero podría proveer la mayoría de lo que Puerto Rico necesita para reconstruir infraestructura esencial, la cual ha sufrido por la negligencia y las malas condiciones mucho antes del huracán, así como hogares y edificios.

Existe la esperanza de que, como resultado de la ayuda por el desastre, Puerto Rico pueda modernizar su red eléctrica, sus caminos y sus puentes. Es un objetivo que el gobierno federal comparte.

Pero el impacto del huracán María es tremendo.

Reconstruir Puerto Rico será especialmente difícil —y caro— porque es una isla. Todo debe ser llevado en avión o barco, lo cual requiere más tiempo y dinero que si los bienes pudieran ser transportados por tierra. La gran cantidad de personas que no cuentan con seguros o con un seguro con la cobertura necesaria también hará más lento el proceso.

El huracán María probablemente hará retroceder la inversión en la isla y, por lo menos durante un tiempo, afectará a la industria del turismo, que había sido un pequeño punto brillante en el crecimiento de Puerto Rico.