En EUA y únicamente en EUA puede un individuo superar la pobreza y gracias a su talento y trabajo conquistar las cumbres del poder económico y social. Ese es el mito. La realidad, según escribe Jason DeParle en el New York Times, es otra.
Los estadounidenses disfrutan menos movilidad económica que sus contrapartes en Canadá y la mayoría de Europa Occidental.
Esta realidad, que se ha venido discutiendo en círculos académicos, ha comenzado a ocupar la atención del resto del país, como producto del desempleo masivo y las manifestaciones callejeras, apunta.
Dice que cinco grandes estudios de años recientes han encontrado que EUA la movilidad económica es menor que en naciones comparables.
Un proyecto del economista Markus Jantti en una universidad sueca indica que en EUA, el 42 por ciento de los hombres que se criaron entre las familias de menores ingresos del país se mantenían ahí como adultos. Este nivel de “desventaja persistente” era el 25 por ciento en Dinamarca, y en Gran Bretaña, famosa por sus insuperable sistema de clases, el 30 por ciento.
Al mismo tiempo, sólo el 8 por ciento de los hombres estadounidenses de los extractos más pobres subieron a los más altos. En Inglaterra, la cifra fue del 12 por ciento, en Dinamarca del 14.
En otro estudio, el Proyecto de Movilidad Económica de Pew Charitable Trust, se estableció que el 62 por ciento de los estadounidenses (de ambos géneros) que se criaron en familias con los niveles de ingresos más elevados permanecieron allí. Igualmente, dice, el 65 por ciento de los que nacieron entre la pobreza no salieron de ella.
Al hacer hincapié en la influencia de los antecedentes familiares, los estudios no sólo desafían la identidad estadounidense, pero contribuyen al debate sobre la desigualdad. Mientras que los liberales se quejan de que en EUA hay diferencias de ingresos desproporcionadamente grandes, muchos conservadores han argumentado que el sistema es justo porque la movilidad es muy alta: todo el mundo puede subir la escalera. Ahora la evidencia sugiere que Estados Unidos no sólo es menos igual, pero también menos móvil.
El sueño que no se hizo realidad.
