StormingBastille

El nacimiento de un bebé en la casa real de Inglaterra ha desatado una orgía mediática.

De escuchar los medios de EUA — nación que se fundó hace más de 200 años en una revolución contra la monarquía — cualquiera diría que somos súbditos británicos y no ciudadanos libres e independientes.

Por esta razón, más que unirnos al grotesco espectáculo, recordamos que la casa real de Inglaterra (igual que la de España y cualquier otra del mundo) no es más que una familia de hampones, quizás más refinados pero en última instancia no muy diferentes, a otros mafiosos — sean los carteles de las drogas en México y Colombia, o la Cosa Nostra en EUA.

En esa familia nadie trabaja: todos nacen privilegiados, disfrutando el robo de las labores de otros pueblos.

Viven en un lujo difícil de concebir — recibiendo hasta US$50 millones anuales únicamente para gastos, sin contar palacios y propiedades, yates y helicópteros, limosinas y mayordomos, los perros y los caballos, más las fiestas y los viajes — mientras que en Inglaterra unas 2.5 millones de personas se encuentran sin empleo.

Recordamos que la historia de Inglaterra es una de guerras, crímenes, supremacismo blanco, explotación racial, saqueo al débil.

Y corrupción total.

Recordamos, también, el papel de la monarquía en el tráfico de esclavos. Las guerras del opio contra China. Las atrocidades en India. Africa. Asia. América. Contra sus propios obreros.

Es esa la monarquía británica a la que hoy día ha llegado un nuevo miembro.

El bebé no tiene la culpa donde ha nacido, eso lo sabemos.

Lo mejor para él sería que sus padres renunciaran a esa vida parasítica y se dedicaran a algún tipo de labor social que intente pagar a la humanidad los crímenes de su estirpe.

Hoy día recordamos la toma de la Bastilla, que marca el comienzo del fin de los Borbones en Francia, por los revolucionarios en julio de 1789.

Imagen: Wikipedia