Conocidos históricamente como los “escarabajos”, los ciclistas colombianos han ganado fama internacional como trepadores intrépidos en las montañas europeas.
Es una aptitud con la que no se nace: se logra entrenando largas horas en las empinadas montañas, trepando una y otra y muchas veces más, hasta alcanzar alturas de miles de metros. Como las de los Alpes. Los Apeninos. Y las de Boyacá, departamento del centro Colombia y cuna de algunos de los mejores trepadores en la historia del ciclismo.
Escribe Juan Forero en el Washington Post que, “Los ciclistas colombianos son famosos por marcar el ritmo en la fase más dura de cualquier carrera, las etapas de montaña”.
Agrega que, “Los ciclistas colombianos tienden a ser hombres callados, humildes que parecen sucumbir ante los más fornidos europeos en los terrenos planos donde se va a altas velocidades durante horas y horas”. Pero, cuando la carrera se empina, dice, es ahí que sale a relucir la tenacidad colombiana.
Ya son varias generaciones las que se han destacado en el deporte y los niños, desde temprano en la vida, tratan de emular a “los élites”, como se llama a quienes compiten fuera del país.
Es un camino empinado, que requiere sacrificio. “Si uno no sabe sufrir, qué tan bueno es”, le dice al Washington Post un joven de 16 años tras horas de entrenamiento.
En Boyacá, donde el ciclismo es pasión, y la pobreza la dura realidad cotidiana, para muchos los pedales y la capacidad de aguante en sus piernas son el boleto a fama y fortuna en el escenario mundial.
