Guerrilleras de las FARCNo persigue Mauricio Rubio en su columna en El Espectador tirar un baldado de agua fría sobre el optimismo que ha generado las negociaciones por la paz entre la guerrilla más antigua del continente (¿planeta?) y la administración de Juan Manuel Santos.

Pero señala un punto que vale estudiar: la ausencia de las mujeres en este proceso.

Dice que lo mismo sucedió durante las negociaciones igual que el de los años 90. En aquél entonces tan remoto y a la vez tan presente, “Del total de firmantes, 280 son hombres y sólo 15, mujeres. En los acuerdos con seis grupos insurgentes no hay sino una mujer guerrillera como signataria. Quienes los suscribieron en representación del Gobierno, como veedores o testigos, fueron sólo varones”.

Ese fue un error fundamental, dice.

Es cierto, agrega el columnista, que algunos piensan que, “La guerra es entre hombres y las soluciones a la guerra tienen que ser entre hombres”.

Ese es otro error fundamental, afirma.

La realidad colombiana, dice Rubio, es que no es un conflicto únicamente de hombres. En los años 90, dice, uno de cada cuatro insurgentes desmovilizados fue mujer.

La perspectiva de la mujer, apunta, es diferente a la del hombre.

Ellos poseen una “terca y visceral pretensión de que serán vencedores”.

Por su parte, ellas “más que ganarlos buscan evitarlos”.

Respalda esta afirmación con datos de la Fundación Ideas para la Paz que indican que las mujeres alzadas en armas siempre fue menos optimistas sobre las posibilidades de la victoria que los hombres.

Sugiere Rubio que del pasado se aprenda una lección que puede definir lo que sucederá al día siguiente de que (¿si es que?) se firmen los acuerdos. “La experiencia de diálogos anteriores sugiere que cuando los temas de género no se abordan desde el principio explícitamente y sobre todo por mujeres, luego quedan excluidos de la agenda y de los programas posconflicto”.

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