Byron LimaExtractos de un artículo por Anthony W. Fontes publicado en el New York Times en español.

El 18 de julio, Byron Lima Oliva, el prisionero más infame —y poderoso— de Guatemala, fue asesinado en el Penal de Pavón, en las afueras de la Ciudad de Guatemala. Aunque fue otro recluso quien le disparó dos veces en la cabeza, con toda probabilidad los autores intelectuales del asesinato de Lima se encuentran en los niveles más altos del Estado y en la élite adinerada.

[…]

Resulta un final apropiado para Lima, quien se volvió rico en prisión gracias a las alianzas que tenía a ambos lados de la ley. Como lo demuestra el actual escándalo de corrupción que depuso al expresidente Pérez Molina y a sus cómplices, Lima no operaba solo al usar conexiones en el gobierno para actividades criminales.

[…]

Lima pasó de ser un combatiente de la Guerra Fría a asesino político y “rey” del sistema penitenciario. Tanto su estilo de vida como las circunstancias de su muerte son una demostración reveladora sobre la evolución de la corrupción y el poder clandestino en Guatemala.

Conocí a Lima en 2013, en la prisión de Pavoncito, muy cerca del lugar donde murió. Llevaba puesta su característica camiseta negra con la frase “Preso político, 100 % Anticomunista”.

En esa entrevista, y hasta el fin de sus días, Lima negó haber cometido el crimen por el cual fue encarcelado: el asesinato del obispo Juan José Gerardi, dos días después de que publicara un informe sobre los crímenes de guerra cometidos por el Ejército.

 

[…]

Lima transitó de la guerra a la paz convirtiéndose en uno de los consentidos de la élite económica de Guatemala. Cuando la guerra de 36 años terminó oficialmente, los secuestros se generalizaron y aterrorizaron a los ricos.

Lima formó parte de la unidad antisecuestros del gobierno que coordinaba los esfuerzos para rescatar a los secuestrados. Vinculado a través de su padre con los líderes militares también integró el equipo de seguridad del presidente Álvaro Arzú.

[…]

Muchos creen que el asesinato de Gerardi fue planeado y ejecutado por una red militar que se extendía más allá de Lima. A cambio de su silencio, los aliados de Lima que pertenecen a “los poderes en las sombras” de Guatemala (generales de alto rango y élites económicas vinculadas al crimen organizado) apoyaron sus actividades desde la cárcel.

Con sorprendente rapidez tomó el poder de las prisiones. Arrebató el control de la venta de drogas, teléfonos celulares, sexo (los mercados negros más lucrativos) y le cobró cuotas a restaurantes, tiendas y otros negocios manejados por los convictos. Gracias a tratos y sobornos tenía a los oficiales de la prisión, desde guardias hasta directores, en sus manos. Los guardias se dirigían a él como “mi capitán”.

Lima también tenía enemigos poderosos y sus riñas en prisión le generaron nuevos adversarios. Sufrió un primer intento de asesinato en 2003, cuando cientos de miembros de pandillas irrumpieron en su sector para matarlo. Según los rumores, un guardia lo previno. Lima se salvó y dejó morir a sus aliados.

 

[…]

Debido a las conexiones militares que tenía, pudo concertar directamente los nombramientos de oficiales de todos los rangos en la cárcel. Usó su poder para sacarle grandes sumas de dinero a los prisioneros ricos. Aquellos que no pagaban eran golpeados y torturados por los guardias. El dinero de esa y otras maniobras era distribuido entre sus cómplices en ambos lados de la ley.

Sin embargo, el control que tenía de la prisión —y su utilidad para la élite gobernante— terminó de manera abrupta. Con el expresidente Molina —y gran parte de su equipo— destituido y enfrentando cargos, y al ser expuesta públicamente su propia red de lucro en la prisión, Lima se convirtió en un lastre.

No obstante, ni su muerte ni los juicios actuales por corrupción servirán para cambiar el violento statu quo de Guatemala. Estos hombres solo son la punta del iceberg. Los verdaderos poderes fácticos no se exponen a sí mismos siendo presidentes, y mucho menos yendo a la cárcel.

Artículo completo en español

Foto via New York Times