Los pecados que ha cometido el entrenador de Penn State Joe Paterno, y el innoble fin de su famosa carrera, recuerdan de Darío Castrillón Hoyos, el cardenal colombiano escribe Ross Douthat en un editorial del New York Times titulado “El Diablo y Joe Paterno”.

Dice que no obstante la heroíca labor de monseñor Castrillón Hoyos en defensa de los pobres y en pro de la paz y la dignidad humana en Colombia, el mundo le recuerda por su intento de ocultar los abusos sexuales dentro de la iglesia contra miles de niños.

En los años 90, Castrillón fue elevado al Colegio de Cardenales y colocado a cargo de la Congregación del Vaticano para el Clero, donde llegó a encarnar la cultura de la negación que caracteriza la respuesta inicial de Roma a la crisis de abuso sexual. Castrillón desestimó el escándalo como “un problema estadounidense”, defendió el enfoque de la iglesia hacia la pedofilia de los sacerdotes mucho después de que se habían revelado como lastimosamente insuficientes y en 2001 incluso elogió a un obispo francés por negarse a denunciar a un sacerdote abusivo a las autoridades civiles.

¿Por qué lo hizo?, pregunta. Por la misma razón, dice, que Joe Paterno terminó lavándose las manos sobre la violación de un niño.

Fue precisamente el heroismo de Castrillón, apunta, el que le cegó tan fácilmente a la realidad del abuso sexual por los curas contra los niños.

Igual fue el caso con Joe Paterno, dice. El gran bien que ha hecho, ayudando a miles de jóvenes, inspirando a otros, impulsando la universidad, le creó una ilusión, “común entre aquellos que han hecho grandes cosas, de que tienen responsabilidades mayores que el común de la humanidad. Y es precisamente en servicio de esas responsabilidades que permiten que las básicas se les escapen”.

Igual que Paterno, apunta, muchos sacerdotes se convencieron de que era más importante proteger las obras buenas de la iglesia como institución que proteger a los niños.

Sospecho de que un instinto similar llevó a la cúpula superior de Penn State a hacer básicamente caso omiso de lo que describieron en Jerry Sandusky como ‘conducta inapropiada’, y convenció a Paterno que con remitir la denuncia a sus superiores había cumplido con su responsabilidad hacia el niño violado. Había, después de todo, tareas importantes que realizar y mucha gente dependía en él. Y Sandusky y había hecho tanto bien en los últimos años …

John Zmirak, continúa el Times, escribió un gran artículo sobre monseñor Castrillón dice, artículo cuyas palabras se aplican también a Joe Paterno.

“Es posible que los pecados cometidos en nombre de un bien superior tengan el olor y la apariencia de lirios. Pero están al lado de un ataúd. Adentro, muerta y rígida yace la justicia natural: la deuda incondicional que cada uno de nosotros le tenemos hacia el prójimo”.

No hay causa mayor que justifique violar esa obligación, concluye. Ni la iglesia y mucho menos un programa de football.

“Ni siquiera una vida entera de heroísmo puede justificar dejar un niño solo, abandonado al mal, llorando en la oscuridad”.

Artículo en inglés