Conocido como el invierno chileno, un movimiento de protesta por parte de la juventud está sacudiendo Chile exigiendo cambios en educación, transporte y política energética en movilizaciones masivas contra el gobierno y las élites, que han resultado en la caída por los suelos de la popularidad del presidente Sebastián Piñera.
Desde que comenzaron las protestas hace más de dos meses, los estudiantes han organizado mítines con más de 100,000 personas; cacerolazos, ocupado planteles, organizado huelgas de hambre, impedido clases. En una muestra de creatividad, se han disfrazado de zombies y bailado “Thriller de Michael Jackson”; disfrazado de superheroes; realizado suicidios y organizado protestas a besos.
Escribe Alexei Barrionuevo en el New York Times que el 4 de agosto, “en uno de los días más violentos de las protestas, al llegar la noche estudiantes de segundaria y universitarios se enfrentaron con la policía que usó cañones de agua y gases lacrimógenos para dispersar a cientos de estudiantes”.
Más de 500 personas fueron detenidas, cerca de la mitad en Santiago, pero también en Antofagasta, Taca y otras ciudades, y más de una docena de policías y manifestantes resultaron heridos, dice.
Aunque ante el mundo Chile aparezca como una nación modelo de estabilidad y continuidad económicas y prudencia fiscal, agrega el Times, existe un profundo descontento con el modelo neoliberal y las consecuencias económicas para quienes no son parte de las élites económicas.
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