VOZ DE AMERICA — Hacia las 4:12 de la tarde (hora local), el vuelo de la aerolínea Alitalia tocó suelo mexicano y pocos minutos después, el Sumo Pontífice bajó para encontrarse con el pueblo azteca.

Junto a las escaleras de descenso del avión, lo esperaban el presidente mexicano Felipe Calderón, la primera dama Margarita Zabala, el nuncio apostólico, Christope Pierre, Cardenales, Obispos y legisladores mexicanos, además de una gran multitud que ovacionaba al Sumo Pontífice gritando su nombre.

Tras brindarle honores de Jefe de Estado, el presidente Calderón le dio la bienvenida al Papa: “Lo recibe, Su Santidad, un pueblo que ha sufrido mucho”, afirmó el mandatario al reiterarle que “su visita nos llena de alegría en momentos de gran tribulación”.

El mandatario le recordó al Papa que estaba en el segundo país con más católicos en todo el mundo, le recomendó que disfrutara los olores, los colores y los sabores de México y le reiteró que “su visita alentará el esfuerzo de los mexicanos y reconfortará su alma”.

“Es proverbial el fervor del pueblo mexicano con el sucesor de San Pedro que lo tiene en este lugar”, declaró el máximo representante de la Iglesia católica durante su discurso y también agradeció a Dios por haberle permitido pisar suelo mexicano y aseguró que rezará por quienes sufren a causa de la violencia en ese país.

“Señor Presidente, pediré al señor y a la virgen de Guadalupe por este pueblo, y rezaré por quienes más lo necesitan, por los que sufren de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y formas de violencia”, dijo el Sumo Pontífice.

El Papa recibió el cariño de los mexicanos, saludó a muchos de los presentes, bendijo niños y enfermos y al son de mariachis que cantaban a la Virgen de Guadalupe, abordó el conocido “Papamóvil” para recorrer 38 kilómetros de recorrido hacia el Colegio Miraflores, en la ciudad de León, a donde llegó hacia las seis de la tarde rodeado de un fuerte operativo de seguridad.

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Este sábado 24, a las 5:00 de la tarde, el papa hará un segundo recorrido, esta vez en la ciudad de Guanajuato, capital del estado del mismo nombre, para encontrarse con el presidente Calderón, en la histórica Casa del Conde Rull.

El domingo 25, a las 10:00 de la mañana, hará otro recorrido, en este caso rumbo al Parque Bicentenario, al pie del Cerro del Cubilete, donde presidirá una magna misa, a la que han confirmado su asistencia los tres principales candidatos a la presidencia de México.

El gobernador de la entidad Juan Manuel Molina dijo que se espera la visita de más de 700.000 personas y 1..600 periodistas. “Ya estamos listos para la recepción y la despedida de Benedicto XVI”.

Los lugares que visitará el Papa han sido blindados por personal de seguridad. El secretario de gobernación, Alejandro Poiré señaló que se ha preparado un operativo integral.

Esta visita ha generado diversas expectativas entre ellas que el Papa abogue por las víctimas de la violencia en el país, aunque ha causado polémica el hecho de que no se reúna con las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes.

En medio de esto, varias páginas de internet del gobierno de Guanajuato fueron deshabilitadas durante algunos minutos por activistas cibernéticos del grupo Anonymous, en protesta por la visita del papa, los hackers anunciaron una serie de acciones que integran la operación “Fariseo”.

Voz de América

Discurso entero de Su Santidad Benedicto XVI a su llegada a México

Excelentísimo Señor Presidente de la República,
Señores Cardenales,
Venerados hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Distinguidas autoridades,
Amado pueblo de Guanajuato y de México entero

Me siento muy feliz de estar aquí, y doy gracias a Dios por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo, de poder confirmar en la fe al Pueblo de Dios de esta gran nación en su propia tierra. Es proverbial el fervor del pueblo mexicano con el Sucesor de Pedro, que lo tiene siempre muy presente en su oración. Lo digo en este lugar, considerado el centro geográfico de su territorio, al cual ya quiso venir desde su primer viaje mi venerado predecesor, el beato Juan Pablo II. Al no poder hacerlo, dejó en aquella ocasión un mensaje de aliento y bendición cuando sobrevolaba su espacio aéreo. Hoy me siento dichoso de hacerme eco de sus palabras, en suelo firme y entre ustedes: Agradezco ­ decía en su mensaje ­ el afecto al Papa y la fidelidad al Señor de los fieles del Bajío y de Guanajuato. Que Dios les acompañe siempre (cf. Telegrama, 30 enero 1979).

Con este recuerdo entrañable, le doy las gracias, Señor Presidente, por su cálido recibimiento, y saludo con deferencia a su distinguida esposa y demás autoridades que han querido honrarme con su presencia. Un saludo muy especial a Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, así como a Monseñor Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano. Con esta breve visita, deseo estrechar las manos de todos los mexicanos y abarcar a las naciones y pueblos latinoamericanos, bien representados aquí por tantos obispos, precisamente en este lugar en el que el majestuoso monumento a Cristo Rey, en el cerro del Cubilete, da muestra de la raigambre de la fe católica entre los mexicanos, que se acogen a su constante bendición en todas sus vicisitudes.

México, y la mayoría de los pueblos latinoamericanos, han conmemorado el bicentenario de su independencia, o lo están haciendo en estos años. Muchas han sido las celebraciones religiosas para dar gracias a Dios por este momento tan importante y significativo. Y en ellas, como se hizo en la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, en Roma, en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, se invocó con fervor a María Santísima, que hizo ver con dulzura cómo el Señor ama a todos y se entregó por ellos sin distinciones. Nuestra Madre del cielo ha seguido velando por la fe de sus hijos también en la formación de estas naciones, y lo sigue haciendo hoy ante los nuevos desafíos que se les presentan.

Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida. Así podrán compartirla con los demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad.

Como peregrino de la esperanza, les digo con san Pablo: «No se entristezcan como los que no tienen esperanza» (1 Ts 4,13). La confianza en Dios ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la esperanza de quien cree. Y, sabiendo esto, se esfuerza en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir. Sí, la esperanza cambia la existencia concreta de cada hombre y cada mujer de manera real (cf. Spe salvi, 2). La esperanza apunta a «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Ap 21,1), tratando de ir haciendo palpable ya ahora algunos de sus reflejos. Además, cuando arraiga en un pueblo, cuando se comparte, se difunde como la luz que despeja las tinieblas que ofuscan y atenazan. Este país, este Continente, está llamado a vivir la esperanza en Dios como una convicción profunda, convirtiéndola en una actitud del corazón y en un compromiso concreto de caminar juntos hacia un mundo mejor. Como ya dije en Roma, «continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia» (Homilía en la solemnidad de Nuestra Señor de Guadalupe, Roma, 12 diciembre 2011).

Junto a la fe y la esperanza, el creyente en Cristo, y la Iglesia en su conjunto, vive y practica la caridad como elemento esencial de su misión. En su acepción primera, la caridad «es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación» (Deus caritas est, 31,a), como es socorrer a los que padecen hambre, carecen de cobijo, están enfermos o necesitados en algún aspecto de su existencia. Nadie queda excluido por su origen o creencias de esta misión de la Iglesia, que no entra en competencia con otras iniciativas privadas o públicas, es más, ella colabora gustosa con quienes persiguen estos mismos fines. Tampoco pretende otra cosa que hacer de manera desinteresada y respetuosa el bien al menesteroso, a quien tantas veces lo que más le falta es precisamente una muestra de amor auténtico.

Señor Presidente, amigos todos: en estos días pediré encarecidamente al Señor y a la Virgen de Guadalupe por este pueblo, para que haga honor a la fe recibida y a sus mejores tradiciones; y rezaré especialmente por quienes más lo precisan, particularmente por los que sufren a causa de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y formas de violencia. Ya sé que estoy en un país orgulloso de su hospitalidad y deseoso de que nadie se sienta extraño en su tierra. Lo sé, lo sabía ya, pero ahora lo veo y lo siento muy dentro del corazón. Espero con toda mi alma que lo sientan también tantos mexicanos que viven fuera de su patria natal, pero que nunca la olvidan y desean verla crecer en la concordia y en un auténtico desarrollo integral. Muchas gracias.