Publicado en inglés el 15 de enero 2014 en la revista The Nation bajo el título The Zapatistas at Twenty. Traducido con autorización especial. Por Laura Carlsen y Foreign Policy In Focus.
Este artículo es una publicación conjunta entre TheNation.com y Foreign Policy In Focus.
Miles de zapatistas se movilizaron este mes para celebrar el vigésimo aniversario del alzamiento en 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN ). En las fiestas de año nuevo en los cinco Caracoles, o centros regionales de gobierno autónomo zapatista, veteranos y jóvenes que no habían nacido cuando tuvo lugar la insurrección bailaron, coquetearon, dispararon cohetes y celebraron la “autonomía ” — el ideal de autogobierno que se encuentra en el corazón de la experiencia zapatista.
Los zapatistas salieron por los miles para sus fiestas de aniversario, sorprendiendo a algunos. Su muerte había sido pregonada exageradamente. Acostumbradas a identificar el rostro de la política con el de hombre blanco hablando, la prensa y la clase política comenzaron a escribir obituarios para el movimiento cuando el Subcomandante Marcos se retiró de la vida pública en 2006.
Aunque las comunidades zapatistas han seguido emitiendo un flujo constante de comunicados en lo que han denunciado ataques militares y políticos, la apropiación de tierras y la presencia de fuerzas paramilitares en las comunidades zapatistas, los medios de comunicación los han ignorado. Pronosticaron con aire de suficiencia que el movimiento estaba moribundo y que pronto merecería más que una nota al pie en la historia folclórica del avance inexorable del capitalismo global. El regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder en 2012 parecía reafirmar la idea de que México estaba “regresando a la normalidad”.
El 21 de diciembre de 2012, cuando casi 50,000 zapatistas marcharon en silencio, constituyó un desafío de la línea oficial de que su movimiento estaba prácticamente muerto. El comunicado del EZLN fue breve y al grano : “¿Escucharon? Es el estruendo de un mundo que se desmorona. Es el sonido de nuestro mundo resurgiendo”.
El vigésimo aniversario y las celebraciones de Año Nuevo de este mes marcaron un segundo momento en este resurgimiento. Las festividades fueron un asunto de familia. Se prohibió la prensa, y aunque antes de los eventos salió una serie de artículos escritos por el subcomandante Marcos, la organización no emitió ningún documento público el 1 de enero, día de su aniversario. Fue un momento para los zapatistas — una afirmación interna más que una declaración política.
Puede que haya sido “únicamente la familia”; pero los zapatistas tienen una amplia familia extendida. Miles de partidarios y estudiantes, en su mayoría jóvenes de México y en el extranjero que asisten a La Escuelita se desplegaron a los Caracoles a participar en ceremonias y bailar toda la noche .
La Escuelita se fundó en agosto de enseñar “la libertad de acuerdo con los zapatistas”. Estudiantes fueron asignados tutores miembros del movimiento y fueron hospedados con familias en todo el territorio zapatista. Las clases consisten sobre todo en acompañar a las familias zapatistas en sus tareas cotidianas y sostener largas conversaciones sobre los frijoles y tortillas.
La experiencia abrió la experiencia zapatista a los extranjeros, que comenzaron a hacer preguntas a las familias que les dieron acogida. También permitió a la organización ver su propio reflejo — a través de los ojos de los estudiantes, reflexionar sobre el camino recorrido y conocer a otras comunidades.
En la víspera de Año Nuevo, gran parte de los 4,000 estudiantes que asisten a las sesiones de invierno de la Escuelita fueron a Oventic, una aldea nublada en las montañas cercanas a la ciudad de San Cristóbal de las Casas; o permanecieron en las comunidades más remotas con sus familias de acogida para participar en competencias deportivas, escuchar música, discursos y bailar.
Una vida lejos de los centros de poder
El aniversario provocó un debate sobre el movimiento, dos décadas después de que miles de mayas enmascarados y en formación militar salieran de la selva para hacerse cargo de las cabeceras municipales en el estado suroriental de Chiapas.
El subcomandante Marcos publicó una serie de sus comunicados característicos, tejiendo meditaciones sobre la muerte (“diría que el problema con los muertos son los vivos.”) y la biografía (“la historiografía se alimenta de las individualidades , la historia entera de los pueblos”), con reflexiones sobre la organización y una historia sobre un escarabajo llamado Durito.
Los críticos se apresuraron a señalar que la pobreza sigue existiendo en las comunidades zapatistas, un hecho que la organización no ha negado y que es obvio para los muchos visitantes. Periodistas y expertos inventan primero y luego circulan estadísticas sobre el número de adherentes zapatistas, o falta de ellos , así como en la extensión del territorio zapatista y las condiciones de vida en las regiones autónomas. Muchos han pronunciado la muerte actual o próxima del levantamiento que adquirió fama mundial por su incapacidad de resolver los problemas o mantener un perfil alto.
Lo que no entendieron los periodistas que se colaron a las celebraciones cerradas a la prensa es el significado de “autonomía”.
Los zapatistas dicen la palabra con orgullo, similar a cuando se habla sobre sus hijos o nietos. Estas comunidades han alejado constantemente de los círculos tradicionales de poder. La decepción por la traición del gobierno de México al rechazar su propia firma de los Acuerdos de San Andrés de 1996 dio lugar a una decisión de despriorizar las instituciones de presionan y en su lugar construir las bases.
Imagine unas comunidades donde los funcionarios locales rotan para evitar la acumulación de poder, los partidos políticos no tienen ningún papel o presencia y los programas estatales y gubernamentales — utilizados por mucho tiempo para sobornar a los que luchan por mayor igualdad — están prohibidos. Gran parte de los alimentos se producen comunitariamente, las cooperativas hacen se encargan de comprar y comercializar y las decisiones se toman colectivamente en lugar de ser impuestas por un Estado. Los zapatistas han intentado resucitar este modelo, practicado durante siglos en México indígena antes de la conquista española .
La Comandante Hortensia se dirigió a la multitud en Oventic. “Estamos aprendiendo a gobernarnos a nosotros mismos de acuerdo a nuestras propias formas de pensar y de vivir “, dijo. “Estamos tratando de avanzar, mejorar y fortalecernos a nosotros mismos, hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos”.
Agregó que hace 20 años, cuando los zapatistas dijeron por vez primera “¡Ya basta!”, no había ni una sola autoridad que fuera del pueblo. “Ahora tenemos nuestros propios gobiernos autonómicos. Puede ser buena o mala, pero es la voluntad del pueblo” .
Los zapatistas reconocen que el progreso en la mejora de las condiciones de vida ha sido lento y entorpecido por obstáculos y errores. Pero expresan profundo orgullo por lo que se ha construido, en “su” organización. Clínicas de salud locales, a menudo mal abastecidas y con limitado personal, utilizan medicamentos naturales elaborados por cooperativas comunitarias, incluso tienen áreas especiales donde parteras capacitadas atienden los partos. Las escuelas con equipo rudimentario enseñan en las lenguas indígenas de las comunidades, centrándose en la comprensión del mundo en que viven los niños y los conceptos básicos de la libertad, la igualdad y la cooperación. La organización de la defensa y de la producción en las comunidades demuestra disciplina y compromiso.
El aniversario reveló que cumplidos los 20 años, esta organización político-militar que desafía cualquier categorización es lo que una democracia debería ser: un esfuerzo permanente por la construcción en conjunto de una vida mejor. Cuando los zapatistas se reunieron desde comunidades por todas sus tierras para celebrar, el principal logro que marcaron fue la supervivencia en sí de la organización — después de 20 años de ataques todavía siguen allí — encargados de la gestión de sus propias comunidades, criando nuevas generaciones de zapatistas y participando en un diálogo con el mundo exterior que ha enriquecido a ambas partes.
Las comunidades han sobrevivido una carrera de larga distancia, cuando los corredores pasan el bastón. Los jóvenes constituyen una gran parte de la base de los zapatistas, su representación y, cada vez más, su liderazgo. Formados en el sistema educativo zapatista y criados en las comunidades zapatistas, una nueva generación está empezando a asumir posiciones de autoridad. Su afán de asumir la identidad colectiva de su organización es otra señala de la capacidad de resistencia del experimento en autonomía.
El papel de la mujer también ha transformado visiblemente, no sólo en el número de mujeres en posiciones de liderazgo, sino también en los aspectos de la vida diaria, tales como una mayor participación de los hombres en las tareas domésticas y el cuidado de los niños, y las sanciones contra la violencia hacia las mujeres. El paso de una alienación oprimida al autogobierno indígena hace una gran diferencia en sus vidas, aun cuando siga existiendo la pobreza.
Al evaluar la experiencia de dos décadas, la mayoría de los criterios ignoran estos factores subjetivos. Con la apertura de las comunidades a los participantes en La Escuelita, los zapatistas hicieron algo que gobiernos casi nunca hacen: permitir que las personas mismas evalúen públicamente las experiencias. Los estudiantes que regresaron relataron la experiencia con entusiasmo, describiendo cómo sus anfitriones revelaron un mundo que estaba muy lejos de la perfección, pero donde cada persona importaba y cada esfuerzo, cada logro y cada error era de ellos mismos.
¿Una nueva fase?
A medida que los zapatistas celebraron sus logros, se comprometían a corregir sus errores y honrar a sus muertos, también disfrutaron de las actividades más tradicionales de Año Nuevo como disparar cohetes desde las botellas y vestirse con su mejor ropa. La continuidad sólida del zapatismo fue acompañada por un augurio de cambio, el sentido de que había comenzado una nueva fase de uno de los movimientos revolucionarios más inclasificables de la historia.
Mientras que estudiantes visitantes de todas partes del mundo se reunían con los veteranos del movimiento y los miembros más jóvenes de la comunidad, iluminaba la luna del nuevo año nuevas posibilidades. El contacto con una nueva generación de partidarios demostró que el movimiento de autonomía indígena sigue atrayendo gente de todas partes. Por ahora, las escuelas continuarán. Los zapatistas han comenzado también a poner a funcionar el latente Congreso Nacional Indígena, convocando en agosto pasado un evento donde cientos de representantes indígenas describieron la situación en sus tierras.
En medio del lodo, con sus guitarras, gritos de “¡Viva!”, fuegos artificiales y abrazos, miles de zapatistas dieron la bienvenida al 2014. El debate sobre si el movimiento está vivo o muerto, victorioso o derrotado, se quedó atrás junto con el año 2013. No fueron sólo estos festejos libres de alcohol los que trajeron optimismo, era una sensación de logro colectivo, bajo condiciones difíciles. Una sensación de que por fin se tiene un futuro .
“Sé que no les importa”, el subcomandante Marcos señaló en una misiva a sus críticos , “pero para los hombres y mujeres enmascarados de por aquí, la batalla que importa no es la que se ha ganado o perdido. Es la siguiente, y para ésta, se están preparando nuevos calendarios y los terrenos”.
Artículo en inglés Bastian Flickr via The Nation