Reproducido del New York Times. Cuando los arquitectos de la Catedral de Nuestra Señora de París empezaron su labor hace unos 850 años, sus objetivos eran ambiciosos.

El santuario de la iglesia, declararon, debería ser más alto que ningún otro. La nave se elevaría 33 metros y tendría dos torres de 69 metros que arrojarían una amplia sombra sobre los tejados de París.

Apenas era la segunda mitad del siglo XII y para alcanzar nuevas alturas, los constructores utilizaron unos soportes externos conocidos como contrafuertes voladores.

La catedral es hoy una de las imágenes más icónicas de París, superada tal vez solo por la Torre Eiffel. Unos trece millones de visitantes recorren la estructura cada año e incontables postales con imágenes de sus torres y sus rosetones se envían de vuelta a casa.

El lunes, el mundo volvió a mirar Notre Dame, pero ahora con horror, no con admiración.

La catedral está en medio del río Sena, sobre la Île de la Cité. Comenzó a construirse en el reinado de Luis VII y tardó más de dos siglos en completarse.

La Historia encontraba el modo de colarse por sus puertas.

Enrique VI fue coronado ahí en 1431.

En octubre de 1793, en medio del fervor de la Revolución francesa, los antimonárquicos entraron a la fuerza a la Galería Real de la catedral y usaron cuerdas para derribar estatuas que pensaban eran de reyes. Sí eran, pero no de los reyes que los revolucionarios creían. Las estatuas representaban a los reyes de Judea.

Pero las sacaron de todas formas, a la plaza de la catedral donde encontraron el mismo destino que muchos otros durante la revolución: la guillotina.

Sucedió que fue Napoleón quien terminó por salvar la catedral.

Décadas más tarde, en 1804, fue coronado emperador ahí.

Algunas fotos publicadas en el New York Times, muestran la catedral a través de los años.