Desde enero del 2014, por lo menos 83 migrantes centroamericanos que fueron deportados de EUA han muerto víctima de la violencia de la cual infructuosamente intentaron buscar asilo.
El periódico The Guardian publica una extensa investigación de Sibylla Brodzinsky, en San Pedro Sula, Honduras, y Ed Pilkington en New York que, entre otros alarmantes datos que muestran una deteriorante situación de derechos humanos, ha logrado indentificar a tres Hondureños deportados de EUA y asesinados en sus pueblos.
Ellos cruzaron México con el flujo de refugiados que alcanzó su punto máximo el verano del 2014, cuando llegaron 66,000 migrantes, muchos de ellos niños sin acompañantes.
Dice The Guardian que aunque la ola de migrantes ha mermado, la muerte sigue formando parte integral de la jornada.
Clara Long, investigadora de inmigración para Human Rights Watch, dijo que como resultado de las llegadas en 2014, el servicio de inmigración ha implementado una “represión generalizada”. Señala que, “las detenciones se han ampliado y a un creciente número de personas se les coloca en el proceso de deportaciones por ‘vía rápida’, en los que no se da consideración debida a su solicitud de asilo”.
Un reciente informe de Human Rights Watch concluyó que el creciente uso de las llamados “expulsiones aceleradas” de personas detenidas por las autoridades estadounidenses a lo largo de la frontera con México estaba devolviendo a muchos de ellos a situaciones de peligro potencial no obstante el que hubieran manifestado su temor de regresar a casa. “Esto se reduce a nuestro respeto por la dignidad y la vida de los demás”, dijo Long. “Parte de la identidad de EUA es que nos adherimos al derecho internacional, el cual estipula que cuando las personas huyen por sus vidas, los Estados están bajo obligación de brindarles protección. Estamos poniendo gente a través de un sistema basado en detenciones cada vez más criminalizadas que corre el riesgo de hacer que las personas regresan a sus muertes”.
Foto: Esteban Felix/AP
