En pleno Simposium Internacional del Libro Electrónico, el escritor y periodista español Jesús Marchamalo se declaró amante apasionado, coleccionista y admirador de los libros en papel, esos que siempre se ensucian, que guardan subrayados, papeles que uno deja, recibos de las librerías, boletos del cine y sólo a veces, también un billete de cinco dólares.
El segundo y último de los conferencistas magistrales invitados al simposium que se realiza desde el pasado martes y que hoy concluye con cinco talleres, dedicado al libro digital y al español, se declaró moderno, tiene un blog y Facebook, incluso un eReader que le regalaron sus hijos en julio pasado cuando cumplió 52; sin embargo, se sigue entusiasmando ante las ediciones tradicionales.
Marchamalo fue divertido, locuaz y estrictamente literario; apoyado en una computadora que conversaba sobre el libro, mientras proyectaba en una gran pantalla imágenes de libros, decenas de bibliotecas y una larga lista de escritores, sobre todo de habla hispana: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Ernesto Sabato, Miguel de Unamuno y Azorín.
Aun cuando habló de los soportes electrónicos que “permiten hacer la letra más grande, controlar el brillo de la pantalla, la tipografía, que pesa apenas 100 gramos y puede guardar cosa de mil títulos”, su charla se centró en los libros que se tocan, se huelen, se atesoran y se convierten en cajas fuertes.
El autor de Dónde se guardan los libros y Tocar los libros confesó que nunca se negó al libro electrónico y que tampoco le pareció una gran amenaza, por el contrario sabe que éste abarata los gastos de edición, permite racionalizar las tiradas, resuelve todo ese problema que soluciona la distribución.
“También permite el acceso a nuevos autores al mercado editorial no siempre fácil de publicar, y todo eso es inmejorable, el libro electrónico es funcional, cómodo y ligero, pero les confieso que creo que hay algo de la lectura que se perderá con la tecnología, esa parte sensual que tiene que ver con el olor, el tacto del papel, las páginas dobladas, las notas, las dedicatorias y las flores prensadas tan románticas”, afirmó el periodista español.
Su ponencia fue una suerte de reverencia al romántico mundo del libro, de las bibliotecas personales y de los autores que las han tenido y nutrido, esos hombres y mujeres que han atesorado libros y de otros muchos que como él admiran a tantos grandes, que coleccionan libros viejos, van en busca de los libros con firmas autógrafas y han estudiado hasta la manera de posar ante la cámara de los escritores.
Así mostró a Guillermo Cabrera Infante rodeado de volúmenes y a José Lezama Lima en su biblioteca llena de papeles y polvo a pesar de su asma; a Juan Carlos Onetti en su mundo de libros y a Octavio Paz, a quien recordó triste cuando perdió buena parte de su biblioteca en un incendio y dijo: “Los libros se marchan igual que se marchan los amigos”.
Recordó a Antonio Machado, de quien tiene un libro que salvaría en un incendio: Nuevas canciones, edición de Mundo Latino, de 1924, que tiene en la primera página la firma del propio Machado.
EL UNIVERSAL
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Foto: Blog del autor “El don de la impaciencia”