7owsqr1El mismo año que el mundo conmemora el centenario de la Primera Guerra Mundial, los bisnietos de quienes respondieron el llamado a las armas han respondido a otro llamado: El del fútbol.

Así en vez de matarse entre sí (no que esto no esté sucediendo), las naciones del mundo se enfrentan en otro campo, el de un apasionante deporte que nos une por su intensidad, disciplina y belleza.

En este Mundial, y conn enorme placer, hemos visto que muchas de las vacas sagradas del fútbol han regresado a casa humilladas, desacreditadas, derrotadas — abriendo de par en par las puertas para nuevos equipos, nuevos estilos, nuevas caras.

Una de estas caras — no la única — es Colombia.

Colombia nos ha mostrado  –con la disciplina con que defienden, atacan, hasta la alegría con que celebran — que tienen la talla de campeones.

Con la decisión de alinear en el juego contra Japón a Faryd Mondragón, nos ha demostrado que valora la continuidad.

Desde estas página, felicitamos a nuestros hermanos colombianos por los logros de la Selección Colombia, agradecemos la labor de todos y cada uno de los integrantes de ese ejemplar e inspirador equipo y envíamos nuestros mejores deseos porque sean ellos quien lleven la copa a casa.

Ya es hora.


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