Festival de CannesCANNES.- Uno está a punto de cumplir 90 años y el otro es un “pibe” de 72. Ambos son parte fundamental de la historia grande de Cannes (y del cine) y ayer demostraron que la edad es lo de menos cuando la inteligencia y la creatividad se mantienen intactas. El francés Alain Resnais y el iraní Abbas Kiarostami -de ellos se trata- regalaron otra notable jornada de la Competencia Oficial de una 65ª edición pasada por agua (ni los más veteranos recuerdan una tormenta tan fuerte y duradera), pero que en los dos últimos días también se ha visto “inundada” de buenas películas.

No serán los 103 años del prolífico Manoel de Oliveira, pero Resnais es otro ejemplo de juventud eterna. Este patriarca de la nouvelle vague (su primera participación en Cannes fue nada menos que con Hiroshima mon amour , en 1959) presentó Vous n’avez encore rien vu , acompañado por buena parte del dream team de intérpretes que tuvo en este film: Pierre Arditi, Sabine Azéma, Anne Consigny, Anny Duperey, Hippolyte Girardot, Denis Podalydes, Mathieu Amalric y Lambert Wilson. Ausente con aviso, otra estrella local como Michel Piccoli.

Vous n’avez encore rien vu , enigmático título que surgió como un chiste en la mesa de montaje y finalmente quedó, es una adaptación muy libre de dos obras de Jean Anouilh ( Eurydice y Cher Antoine ). La impronta teatral (con su artificio y su énfasis en el texto) está muy presente en el film, aunque Resnais y su exquisito director de fotografía, Eric Gautier, dotaron a la narración de una ligereza y de un despliegue visual que se agradecen.

La película arranca cuando cada uno de los actores (todos aparecen con sus nombre reales) recibe una llamada en la que se les informa que un director de teatro amigo de ellos ha muerto y ha dejado como pedido que viajen hasta su aislada y majestuosa casona para cumplir un último deseo. Allí se encuentran, entonces, estos notables intérpretes para ver un video con los ensayos de una puesta de Eurídice por parte de una compañía teatral joven y vanguardista. Pero ellos -que han participado en versiones anteriores- empiezan a interactuar con esas imágenes en un dispositivo lúdico que sirve para reflexionar sobre el cine, el teatro y la actuación, para analizar los mitos (de Orfeo y Eurídice, claro) y para indagar en temas esenciales como la vida y el amor más allá de la muerte.

En conferencia de prensa, el mítico director de Mi tío de América, El año pasado en Marienbad y Conozco la canción indicó: “No pienso en términos de mi carrera, voy improvisando todo el tiempo. Esta película no se parece a ninguna anterior. Si hubiese pensado en el film como en un testamento, no habría tenido ni la audacia ni la energía para hacerla”. Por suerte, Resnais anunció en el Marché du Film de Cannes que a principios de 2013 comenzará a rodar la comedia Aimer , boire et chanter.

Otra excelente y extraña propuesta fue la del iraní Kiarostami. Tras haber filmado Copia certificada en la Toscana italiana con Juliette Binoche, el director de El sabor de las cerezas (Palma de Oro en Cannes 1997) viajó a Japón para rodar allí, en las calles de una Tokio nocturna, Like Someone in Love , con intérpretes de ese origen.

Director extraordinario, humanista consumado, pero sobre todo hombre sabio, narra la extraña relación que se establece entre un viejo escritor y una joven y hermosa estudiante que se gana la vida como prostituta que llega a su departamento. No habrá sexo entre ellos, sino unas cuantas horas en las que de a poco irán compartiendo parte de su intimidad, dejarán aflorar esos golpes de la vida que han dejado su huella. Vecinos y amigos creerán que él es su abuelo y que la nieta está de visita, pero a ellos poco les importa lo que los demás digan y sientan, porque están absorbidos por esa extraña conexión que han conseguido. El novio de ella es el único que no parece estar muy de acuerdo con lo que ocurre.

Película de una gran belleza formal (pero también de una gran belleza en la exploración de los sentimientos), Like Someone in Love resulta quizá más árida y compleja que Copia certificada , pero no por eso menos profunda. Kiarostami sigue haciendo grandes películas en Irán, Italia o Japón. El talento no tiene fronteras.

La película termina con un piedrazo que destruye un vidrio, pero Kiarostami tiene otra visión: “Tal vez no sea el final”, dijo ayer aquí. “Y también me di cuenta de que tampoco tenía principio. Mi película no empieza ni termina. La vida es así. Nunca llegamos al comienzo, las cosas siempre empiezan antes”.

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