ACTUALIDAD DEUTSCHE WELLE — Un estudio documenta las injusticias implícitas en el comercio global de las materias primas; la asimétrica distribución de los beneficios generados por la creciente demanda de metales es sólo una de sus expresiones.

En Europa es relativamente fácil consumir productos agrícolas y artículos derivados cuya compra-venta ha tenido lugar bajo condiciones de comercio justo en países no industrializados. Para muchos alemanes, el valor agregado de ese tipo de mercancía es que les permite disfrutar de una buena alimentación con tranquilidad de consciencia. El asunto se complica enormemente a la hora de hacer otras elecciones; como por ejemplo, la compra de un automóvil, un teléfono móvil o un ordenador.

Estas máquinas están hechas a partir de materias primas muy diversas; pero el proceso de ensamblaje es tan complejo que ni siquiera sus fabricantes recuerdan la lista completa de los materiales usados. Por lo general, ellos no conocen la procedencia de esos recursos ni están conscientes de las condiciones bajo las que éstos se explotan. Eso es algo que los industriales deberían saber, sostienen varias instituciones caritativas alemanas.
Junto a la organización no gubernamental Global Policy Forum (GPF), Brot für die Welt (Pan para el Mundo) y Misereor publicaron “De la mena al automóvil”, una investigación sobre las circunstancias que rodean a la producción, exportación, importación y distribución de las materias primas usadas por la industria automotriz alemana. Sus conclusiones son alarmantes: en muchos países, el comercio de las materias primas es cualquier cosa menos justo y va de la mano de graves violaciones de los derechos humanos.

Competitividad versus derechos humanos

La creciente demanda de metales en el mundo suele satisfacerse a costa de los más pobres; éstos le sacan muy poco provecho a las valiosas materias primas que sus tierras ofrecen. A eso se suman severos daños ambientales, denuncia el director ejecutivo de GPF, Jens Martens. En el estudio se describen casos registrados en India, Zambia, Perú y otros países no industrializados. ¿Qué cantidad del cobre explotado en Filipinas contienen los coches germanos, a sabiendas de que su extracción amenaza la salud, los suelos y las aguas de su población? Es difícil decirlo. Ni BMW, ni Daimler, ni Volkswagen respondieron a los investigadores.

La información sobre el origen de los metales empleados por estas compañías es un “secreto empresarial”. Ninguna de las firmas envió representantes a la audiencia pública dedicada a este tema en Berlín. Ninguna de ellas parece esforzarse demasiado en confirmar que sus estándares de responsabilidad social y desarrollo sostenible se cumplan. De ahí que Martens exija a la clase política alemana mayor responsabilidad de cara a un tópico que el sector económico está ignorando.

Está por verse qué respuesta recibe. Después de todo, el Estado alemán y los empresarios han establecido prioridades similares para garantizar su provisión de materias primas: los riesgos de desabastecimiento local tienen mayor peso que los derechos humanos en el extranjero. Thomas Gäckle, encargado de la política de materias primas del Ministerio de Economía, relativiza esta afirmación, enfatizando que Alemania está en búsqueda de “compromisos razonables, practicables”. En otras palabras, pactos que no pongan en riesgo la competitividad de sus industrias.

Autores: Marcel Fürstenau / Evan Romero-Castillo; Editor: José Ospina-Valencia

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