Los advesarios de Donald J. Trump, entre ellos muchos de los que aseguraban que Hillary Clinton llegaría sin dificultad alguna a la Casa Blanca, ahora creen que está perdido. Que es solo cuestión de tiempo antes de que reviente la presidencia que para muchos rebota de tropezón en tropezón.
Pero Howard Fineman, director global de The Huffington Post, sostiene que están menospreciando al hombre.
Escribe:
Trump cree que puede superar [la investigación sobre Rusia] y cerrar la serie de investigaciones que lo han llevado a un estado de furia. A pesar de la durabilidad de las instituciones que se oponen a él, no está completamente claro que él está equivocado. La democracia estadounidense no está en buena salud, y fue esa misma putrefacción la que logró que Trump fuera elegido. Los votantes sienten desconfianza e incluso desprecio hacia las instituciones y líderes gubernamentales, así el conocimiento del público sobre las funciones que éstos desempeñan disminuya año tras año.
Después de todo, los investigadores que investigan los círculos de Trump trabajan para el gobierno. Trump cuenta con el escepticismo y la alienación del público para debilitar la indignación y cínicamente proteger sus propias medidas cínicas. La comunidad de inteligencia es vulnerable. No logró predecir [los ataques terroristas d]el 11 de septiembre, erró sobre Irak, ha sido hackeada repetidamente, y ha sido capturada espiando ilegalmente a los ciudadanos estadounidenses.
En las semanas y meses o incluso años venideros, algunas personas clave tendrán que demostrar verdadero valor y son tipos aversos al riesgo: Líderes republicanos, jefes de agencias de inteligencia, burócratas y jueces en cortes federales y en la Corte Suprema.
Trump cree que los puede intimidar y dominar a todos. Por dos razones. Una es que su visión del cargo que ocupa es incluso más Nixoniana que el caído en desgracia presidente Richard Nixon.
Pero la otra razón es mucho más intrínseca y crucial. Trump cree profundamente en su propio poder de “ganar” cualquier enfrentamiento a través de la intimidación y del miedo. Su superpoder es su extraña habilidad para sentir la debilidad de otros.
Él tumba a patadas las puertas podridas.
En su negocio en bienes raíces, se inició cayendo como ave de rapiña sobre una propiedad que la ciudad de New York intentaba desesperadamente. Ganó fama por estafar contratistas que nunca pudieron igualar el poder de sus abogados. Cuando sus inquilinos ricos se quejaban de que nunca se materializaron los lujos prometidos, Trump los desafiaba a que se atrevieran a demandar – y entonces él presentaba una contra demanda. Él tomó proyectos en quiebra cuando hacerlo adaptaba a sus propósitos, luego desacreditó a los prestamistas como desesperados estafadores.