En voz descaradamente alta, en la terraza de un club de la élite bogotana, una niña que no tiene más de 16 años dijo “a mí me gusta que me coman”, y procedió a hacer una descripción bastante detallada de sus preferencias.
Otra niña, también menor de edad, en cuya boca su doctor encontró varios papilomas, le respondió al doctor “el sexo es un deporte extremo y tiene sus riesgos”.
Y así
Los pacatos que rasgándose las vestiduras lograron que el DANE suspendiera una encuesta de singular importancia están de plácemes.
Los niños y las niñas de los colegios saben exactamente que las personas tienen boca, ano, y pene o vagina (pido disculpas a mis lectores a quienes este lenguaje les molesta pero no conozco otro) y que las relaciones sexuales tienen que ver con esas partes del cuerpo humano.
La frase de la encuesta del DANE que describe las relaciones sexuales explícitamente así no debió dar base para semejante escándalo.
Muchos niñas y niñas reciben propuestas de intercambio de favores sexuales por regalos o por plata, otras encuestas lo han demostrado.
Muchos niños y niñas han adquirido enfermedades de transmisión sexual
Muchos niños y niñas, indefensos y desinformados, han sido víctimas de maltrato, abuso y explotación sexual.
Muchas, demasiadamente muchas niñas, se han embarazado a edades demasiado tempranas con toda clase de secuelas y consecuencias.
No es infrecuente que en las reuniones de niños y niñas de edades tan tempranas como los once años se desarrollen juegos sexuales que inducen a unos y otras a tener relaciones sin protección alguna en condiciones francamente promiscuas. En muchos casos algunos de los participantes lo hacen contra su voluntad por la presión de sus pares.
Cualquier día en horarios y canales “familiares” los niños y las niñas están expuestos a toda clase de insinuaciones que promueven el sexo.
El conocimiento aportado por la “colgada” encuesta nos hubiera permitido entender las prácticas sexuales de los niños y las niñas a quienes el Estado y la sociedad estamos obligados a proteger. Conocimiento que resulta esencial para desarrollar las campañas y programas necesarios.
Tras treinta años de experiencia en la materia me parece lamentable que cada vez que se trata de la educación sexual de niños y niñas acabemos en unos debates idiotas que lo único que hacen es posponer la urgencia de entender los conocimientos, las actitudes y las prácticas de esos niños para desarrollar las campañas que permitan mejorar eso conocimientos, esas actitudes y esas prácticas.
Lamentable fue el intento de los grupos LGTBI y de la ministra L de meterle ideología de género a las cartillas de educación sexual y deplorable ha sido que la protesta de los pacatos y la resultante “colgada” de la encuesta.
¡Y los niños y las niñas dándole sin saber a qué le están dando!