En un día como este, un 14 de julio de 1789, el pueblo de París, apoyado por tropas rebeldes, se tomó por asalto la Bastilla, fortaleza real que llegó a simbolizar la tiranía de la monarquía de los Borbones.
La dramática acción abre el periodo de la Revolución Francesa, caótica época de monumentales transformaciones políticas y sociales, con el derrocamiento del rey Luis XVI, y las ejecuciones mediante la temible guillotina de miles de personas. Justos y pecadores.
La Bastilla se construyó originalmente en 1370 como un fuerte para proteger a la enmurallada ciudad de París de un ataque Inglés. Con el tiempo se convirtió en un fortín y su nombre original “bastide” cambia a Bastille. A partir del siglo XVII comenzó a utilizarse como una prisión estatal para los ricos, los opositores polítcos y los espías. En la mayoría de los casos eran enviados sin juicio bajo órdenes del rey en las llamadas “Lettre de Cachet”, porque llevaban el sello real.
La Bastilla era una imponente estructura de unos 35 metros, rodeada por un foso de 25 metros de ancho. Dominaba el panorama de París.
Para el verano de 1789, el fevor revolucionario ardía en Francia. Escaseaba la comida. Los excesos de la corte real en Versailles tenían al pueblo hastiado. En junio, el Tercer Estado, que representaba al pueblo, se declaró como Asamblea Nacional y pidió una constitución. (Muchos revolucionarios franceses admiraban la joven república de los Estados Unidos de América, cuya independencia de Gran Bretaña había sido posible gracias al apoyo militar de Francia).
Luis XVI inicialmente aceptó la Asamblea Naciona. Luego destituyó al ministro Jacques Necker, arquitecto de varias reformas, y envió tropas a rodear la Asamblea Nacional.
Ese fue el detonante de la ira popular.
El gobernador de la Bastilla, Bernard-René Jordan de Launay, pidió apoyo militar, el cual llegó el 7 de julio en forma de 82 mercenarios suizos. Uno de los prisioneros, el Marqués de Sade fue transferido a un asilo cuando intentó agitar a la multitud diciendo que, “Están masacrando presos, necesitamos que vengan a ayudarnos”.
La Bastilla se armó, levantaron los puentes, y se prepararon para repeler el ataque.
Con fuego de mosquetería, los revolucionarios atacaron a los guardias en las torres. Eventualmente, la masa de parisinos se sumó al ataque, tomando el arsenal y obteniendo miles de mosquetes. Miles se reunieron frente a la Bastilla.
Tuvieron lugar conversaciones, pero éstas no llegaron a ningún lado. En un intento de convencer de su buena fe a los revolucionarios, Launay mostró que sus cañones estaban vacíos. Ello enardeció a los atacantes que se lanzaron a tomar el edificio. Una centena de ellos murió ante las balas de los suizos.
Para las 3 pm del 14 de julio, se sumaron a la masa parisina soldados desertores que arrastraron sus cañones. Fue ahí que salió una bandera blanca de rendición. Launay y los suizos fueron detenidos; los cañones y la pólvora confiscados. Y los siete presos de la Bastilla salieron libres.
Launay no tuvo tanta suerte: A su llegada al Hotel de Ville la multitud lo asesinó.
La captura de la Bastilla simboliza el fin del regimen antiguo y fue un impulso enorme para la revolución francesa. Al poco rato la gran parte del ejército se había sumado a los rebeldes, tomando control de París. Eventualmente el rey sería juzgado por traición y guillotinado.
El 6 de febrero de 1790, la Bastilla fue destruida por órdenes de la Asamblea Constituyent.
Actualmente el 14 de Julio es la fecha patria de los franceses.
Via History.com