Fernando KaradinaEscribe Ariel Dorfman en el New York Times en Español. El papa Francisco comienza el lunes una visita de cuatro días a Chile. Para que este viaje sea exitoso, deberá enfrentar los escandalosos delitos sexuales de Fernando Karadima, un sacerdote chileno cuyo recuerdo me asedia a mí y a mi país. Los periódicos y programas de televisión en Santiago están llenos de reportajes sobre los abusos a menores cometidos por el despreciable padre Karadima y la impunidad de la que ha gozado.

Las acusaciones en contra de este clérigo se presentaron ante la Iglesia católica chilena en 2004, pero no se abrió ninguna investigación hasta que las víctimas —después de haber sido presionadas para guardar silencio durante años— finalmente hicieron público el abuso.

El jueves en la mañana, una encuesta de una estación de radio de Santiago de Chile estimó que el 90 por ciento de los chilenos quieren que el papa se reúna con las víctimas, les pida perdón y condene al padre Karadima. El lunes, las víctimas de abusos por parte de sacerdotes de varios países se encontrarán con las víctimas chilenas para denunciar la respuesta inadecuada del Vaticano ante estos crímenes. También se ha hablado de manifestaciones durante la visita del papa.

[…]

..la osada Iglesia católica chilena ahora está herida y desacreditada por los estragos del caso Karadima, por el hecho de que quienes debieron juzgarlo y castigarlo encubrieron sus crímenes. Se abrió un proceso penal, como se hizo en más de 75 casos de abuso por parte de sacerdotes, pero los jueces indicaron que la prescripción de los delitos les impedía condenar al padre Karadima.

El papa Francisco necesita confrontar resueltamente esta falta de justicia y rendición de cuentas durante su visita. Debe ver esta crisis como una gran oportunidad para él, incluso como una forma de redención por el silencio que guardó en Argentina durante los años de tiranía y horror de la Guerra Sucia, un silencio que, según dicen quienes lo conocen, le causa angustia y remordimiento.

Si se pone del lado de las víctimas de la Iglesia y no del lado de su jerarquía conservadora y autocomplaciente, si condena públicamente al padre Karadima por su nombre y denuncia a cada uno de quienes han protegido a ese malhechor, el papa Francisco podría, en este encuentro, ayudar a exorcizar nuestros fantasmas y aliviar las heridas de Chile. ¿O querrá dejar el país sin haber sido fiel al mensaje liberador de Jesús?

Artículo completo en español