Clausura de OlimpiadasPara la ceremonia de cierre de los Juegos Olímpicos, los ingleses apostaron fuerte. Claro, tienen con qué hacerlo: con tono casi nostálgico, la edición de ayer del diario The Times dijo: “La mejor fiesta en la historia del mundo es ya sólo un recuerdo”.

“Si estás cansado de Londres, estás cansado de la vida”, se leía allí la frase de Samuel Johnson. Era una de las tantas referencias literarias que cubrían el inmenso campo devenido en territorio escénico en la que jugó un rol primordial la música. Pero, claro, también hubo claras referencias al mundo del arte (la enorme bandera británica que oficiaba de piso fue diseñada por el gran artista visual Damien Hirst) y la moda (una pasarela de top models luciendo diseños de Alexander McQueen y Vivienne Westwood).

Kim Gavin fue el gran manipulador de este entrelazamiento de arte y nuevas tecnologías a gran escala (las 80.000 personas que presenciaron en vivo la fiesta no son nada frente a los 300 millones de personas que se calcula vieron la fiesta por televisión y por Internet). Gavin fue bailarín y es uno de los directores creativos más importantes de su país en lo que respecta a montajes de esa magnitud.

De hecho, fue el encargado del armado del concierto en homenaje a la princesa Diana en 2007, en el mítico estadio de Wembley. Y fue el que organizó dos conciertos, Circus y Progress, del grupo pop Take That (ya sin Robbie Williams), en los cuales ponía a disposición todo el amplio abanico del circo contemporáneo como marco y soporte de esas puestas. Con el paso de los años, este lenguaje se ha convertido en algo funcional para estos grandes acontecimientos pensados para la televisión. Sucedió en la ceremonia de cierre de los Juegos Olímpicos y también en la última entrega de los Oscar (allí a cargo del Cirque du Soleil) y en la clausura de las Olimpíadas de Invierno de Turín (en manos de Daniele Finzi Pasca, el mismo que pasado mañana estrenará Donka en Buenos Aires).

Como todos los creadores que alguna vez diseñaron este tipo de montajes (extensísima lista que incluye a artistas como Philip Glass en Los Angeles 1984 y al grupo catalán La Fura dels Baus en Barcelona 1992), los inicios de Gavin fueron en espacios mucho más reducidos. De hecho, este bailarín y coreógrafo militó durante varios años en las salas del West End haciendo coreografías de comedias musicales (Oh! What a Night y Love Shack, entre otras).

Sabía que, cuando fue elegido en febrero de 2011 como creador de la ceremonia de cierre, que estaba frente a un posibilidad única. También sabía otra cosa: “La música ha sido el producto de exportación cultural más fuerte del Reino Unido en los últimos 50 años y queremos hacer una ceremonia de clausura para los Juegos que sea una promoción única de la gran música popular británica”, decía entonces. De hecho, la música contribuye cada año con cerca de 5000 millones de libras a la economía británica.

La fiebre olímpica londinense había comenzado con la cinematográfica puesta en escena que diseñó Danny Boyle y culminó anteayer con este show que contó con la participación de 4100 artistas y 3500 voluntarios (casi como yapa, al mismo tiempo Blur se estaba presentando en el Hyde Park). Artistas y asistentes recién habían podido ensayar en el estadio 36 horas antes de que comenzara todo. Kim Gavin hoy, supongamos, debe estar descansando; tampoco mucho. Es que el mes próximo, en el mismo estadio, se encargará de la ceremonia de cierre de los Juegos Paralímpicos (allí tocará Coldplay).

Contando las cuatro ceremonias, la organización gastará unos 80 millones de libras, lo cual, en términos locales, significa estar hablando de 577.634.400 pesos.

Arte y tecnología a gran escala

Elementos del circo contemporáneo, puestas de tonos operísticos para otros momentos (como el que estuvo a cargo de Annie Lennox) y postales de neto corte coreográfico fueron algunos de los tantos lenguajes que mixturó el director Kim Gavin en este mega espectáculo visto por unas 300 millones de personas.

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Foto cortesía Sam Church via flickr