Es el último sobreviviente de una tribu diezmada por la colonización del Amazonas, en la región de Rondônia, en el Brasil.

Desde hace 15 años, las autoridades brasileñas conocen su existencia y han intentado varias veces contactarle. (En uno de estos intentos, el indígena mató un agente del gobierno de un flechazo en el corazón). Ahora, escribe Monte Reel en Slate, el gobierno ha establecido un refugio de 31 millas cuadradas para que viva allí.

Según Reel, lo más interesante, sin embargo, no es la existencia del individuo, ni su soledad, ni el hecho de que las autoridades estén al tanto de su existencia. Es la manera como el gobierno ha decidido tratarlo. Es una implementación de la política de “No contacto”, dice. Si se logra un contacto pacífico con él, que sea por decisión suya, no del gobierno.

Siempre huyendo de los colonos y los madereros, el hombre más solo del mundo come el producto de su casería, obtenido con arco y flecha o con trampas. También cultiva maíz y yuca y recoge miel de los árboles. Esto se ha podido establecer de las ruinas de las chosas que ha abandonado con la proximidad de los colonos. Fue precisamente en una de estas chosas que las autoridades vieron un agujero en el centro igual al que usaban otros indígenas, y llegaron a la conclusión de que es el último sobreviviente de dicha tribu. El último.

Pues ahí sigue: solo, en movimiento constante, acozado por el progreso, pero protegido por las autoridades. Y sin saber que le han dado un amplio territorio para que pase el resto de sus días.

Artículo en inglés

Foto cortesía de icelight via flickr