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Al pueblo ahora le toca: Progresismo busca cambiar 150+ años de política de derechas

Con el inicio del mandato Petro-Márquez, el primer gobierno progresista en la historia de Colombia, país gobernado por la ultraderecha casi desde que obtuvo la independencia de España, es claro que éste es el momento del pueblo.

Recuerda a este bloguero el libro de Alvaro Salom Becerra,  “Al pueblo nunca le toca”, que narra las frustradas ilusiones de una familia bogotana pobre que una y otra vez depositaron su confianza en los partidos del establecimiento, solo para terminar frustrados una y otra vez.

Ninguno de los partidos tradicionales, sostiene el libro, representa los intereses de la mayoría de colombianos y colombianas. Por ello al pueblo nunca le toca.

Esta vez, toda Colombia está sufriendo una profunda transformación luego de la histórica victoria de Gustavo Petro, arquitecto del Pacto Histórico plasmado en el programa de La Colombia Humana, y Francia Márquez que además de ganar la presidencia en segunda vuelta por un margen holgado, arrastró en su estela mayorías en ambas cámaras del congreso.

Nunca se había visto algo similar: Un exguerrillero en fórmula con una activista afro.

Es un cambio tectónico que afecta al país y el mundo: desde las veredas más olvidadas, cuyos habitantes rebozan de optimismo y grandes expectativas; hasta el mundo geopolítico donde Colombia podría distanciarse de siempre ofrecer el servil y sin cuestionamiento alguno apoyo a las políticas de hegemonía de EUA en el continente. Un paso firme en este sentido ha sido el anuncio del nuevo gobierno de sacar del olvido la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela, después de que el gobierno de Iván Duque iniciara su mandato intentando derrocar a Nicolás Maduro.

A través de su historia, Colombia ha sido poco más que un espejismo de democracia, una sociedad militarizada, donde la protesta social es presentada como un ataque enemigo que debe reprimirse a sangre y fuego. Asesinatos de disidentes, desapariciones, bombardeos en zonas rurales, jóvenes y niños asesinados por el estado y presentados como insurgentes — terror abierto — han sido el pan de cada día.

Durante consecutivos gobiernos se ha agravado la desigualdad económica y social, llegando a ser Colombia una de las naciones más desiguales del planeta, con corrupción generalizada e impunidad casi total para los/as malhechores. Gran parte de esta podredumbre social se nutre de los miles de millones de dólares del narco.

Es una sociedad apartheid, donde abiertamente se clasifica a los ciudadanos, mediante la asignación para cada uno y cada una de un “estrato”, de 1 (más pobre) a 6 (los más ricos), el cual llevan grabado en todo su ser.

El compromiso de Petro con una profunda transformación se ha hecho evidente con los nombramientos para el gabinete del nuevo presidente. Voces que se han levantado en contra del militarismo, la justicia, la corrupción. Cabe destacar a Iván Velázquez, recién nombrado ministro de defensa, con una larga trayectoria como defensor de los derechos humanos, enfrentando a las fuerzas militares más de una vez en los tribunales.

El Congreso actual, donde el presidente tiene amplio apoyo para su programa, refleja la violencia que por lustros ha flagelado a esa nación sudamericana. Se reúnen en el capitolio hijos de líderes populares asesinados, perseguidos que en previos gobiernos fueron obligados a exilarse en el exterior (algo que Gustavo Petro tuvo que hacer con parte de su familia). También se incluyen antiguos guerrilleros que se han acogido al proceso de paz impulsado por la administración de Juan Manuel Santos, firmado en 2016, y debilitado bajo la administración Duque.

Paralelo a ello, en los medios dominados por la clase dirigente colombiana y financiados por las grandes fortunas, las caras y voces de siempre, dejan clara la repugnancia que les produce que el poder vaya a las manos de otros y otras colombianas. La casta dominante, donde primos casan entre sí, y todos se crían en los mismos colegios y universidades, frecuentan un puñado de clubes sociales, se pasean por el mundo con total familiaridad y poseen apartamentos en las grandes capitales del mundo con cuentas en paraísos fiscales.

También vociferan contra el nuevo presidente hijos, hijas, sobrinos, primos y nietas de expresidentes (llamados los “delfines” como en la Francia de los luises), ministros, senadores, congresistas que se han enriquecido en sus cargos, diplomáticos de carrera.

Son ellos los responsables por empujar al país por el abismo en que ha caído.

Economistas del ancien regime pregonan el fracaso de los planes de Petro – como si el sistema que se ha implementado por décadas hubiese beneficiado a los y las colombianos del común. Estos ataques pueden fácilmente convertirse en una ofensiva concertada por desestabilizar al gobierno, incluso desde antes de que comience sus labores.

Furiosamente atacan las políticas contra combustibles fósiles y contra el cambio climático que la administración busca implementar.

Los enemigos del nuevo gobierno, los mismos que se opusieron al actual proceso de paz, recuerdan que en los años 80, Gustavo Petro fue guerrillero del M19. Omiten que él se acogió a la amnistía y desde aquellos días ha sido un líder político con gran respeto popular. Además, muchos colombianos ven en esta militancia una muestra más del compromiso de Petro con la Colombia olvidada.

Colombia sufre desde hace más de 150 años una crisis política, social y económica. Allí las autodenominadas “élites” se reparten los cargos sin que importen sus capacidades, ni sus conflictos de interés ni escándalos previos. Lejos de disimularse, el nepotismo, el clientelismo, las coimas son aceptadas como la puerta a lujosas viviendas, automóviles, viajes, ropa, mansiones en diversas capitales

El resto del país escasamente alcanza para fin de mes, vive de lo que le queda de su sueldo, tras haber pagado excesivas cuotas de financiamiento, transporte público, peajes por todo el país — más las mordidas necesarias para cualquier trámite.

Es una vida dura, agobiante, complicada por la violencia institucional, la criminalidad desde abajo hacia arriba, y desde arriba hacia abajo. Como un enorme pulpo, el narco está presente, sea con plata sea con plomo, por todo el país.

Durante meses, en el año 2020, millones de colombianos/as encabezados por la juventud y con el apoyo de las centrales sindicales, los partidos de oposición y las organizaciones comunitarias de base rechazaron esta situación y los intentos del gobierno de aumentar impuestos, subir precios y recortar servicios. Enfrentaron brutal represión. Muertos, heridos, lisiados, mutilados, detenidos, desaparecidos por los cientos en los principales centros urbanos no lograron detener esta explosión popular.

Fue en este marco que millones de colombianos se alinearon tras las banderas de Gustavo Petro y vieron en el entonces senador una opción acorde con sus necesidades. Opción de resistencia y opción de cambio. Rechazaron al expresidente Alvaro Uribe y su llamado Centro Democrático. Perdieron el miedo.

No solo perdieron el miedo a la represión, volcándose a las calles, formando grupos de autodefensa con rudimentarios cascos y escudos, “La Primera Línea”, sino que también dejaron de temerle al “coco” — el “castrochavismo”, “comunismo”, “anarquismo”, “polarización”. Es decir la otra mitad de la fórmula mágica con que la clase gobernantes mantuvo su poder por años. “Si protestan los matamos y si eso no los asusta van a caer en manos de los comunistas”.

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Darío Ortiz, pintor colombiano

Economista de formación, Petro recibe un país con profundos problemas económicos, políticos y sociales. El abandono por el estado de extensas zonas, como la Guajira, el Chocó, la Amazonía, a diario cobra un saldo en las vidas de los más vulnerables.  

Recibe también un país desfalcado por Duque y sus colegas. Entre otros ejemplos, cabe destacar el robo de miles de millones destinados para llevar internet a las escuelas rurales. Tan descarado fue el robo, que con el humor colombiano se ha creado un sinónimo de robar, “abudinear”, en deshonor a la ministra a cargo del proyecto, Karen Abudin, quien sigue sin rendir cuentas sobre cómo se perdieron varios millones de dólares.. Otro es el caso de los millones donados por la UE para la paz. Gran parte han desaparecido.

Punto clave en la política de Duque y el Centro Democrático, que responden a las órdenes de Alvaro Uribe, fue sabotear el proceso de paz. Intentó obstruir las reformas incluidas en los acuerdos, mientras que abatían a cientos de firmantes de la paz, entre ellos exguerrilleros desarmados y activistas comunitarios.

Pero esto no ha logrado detener la voluntad de paz de millones de colombianos.iian

Petro enfrenta grupos paramilitares con armamento moderno: Verdaderos ejércitos que operan con el visto bueno de las fuerzas armadas y en colaboración con los carteles del narcotráfico, y controlan las zonas donde funcionan laboratorios de drogas.

En su  discurso de salida ante el congreso, el presidente Duque habló de un país imaginario, de logros no existentes. Dijo una periodista que Duque se presentó como inventor de cosas que existen desde hace mucho tiempo.  

Fue abucheado.

Petro enfrenta un país sin instituciones, donde los cargos públicos son una fuente de enriquecimiento ilícito, donde la ética es algo ajeno a la vida profesional, el nepotismo no se cuestiona. Desde los costosos e innecesarios viajes alrededor del mundo en el avión presidencial (con su hermano a bordo) de Duque, hasta los salarios, pensiones y prestaciones, autos, escoltas, viáticos de los congresistas.

En resumidas cuentas, Gustavo Petro y Francia Márquez intentarán gobernar en uno de sus peores momentos de Colombia. No cabe la menor duda que los enemigos de la paz intentarán sabotear a cada etapa del proceso.

Tampoco cabe duda de que mentirán por todos los medios que controlan. Pero esta vez, sin embargo, existen medios alternativos. Estos medios alternativos jugarán un papel clave en combatir la desinformación de la derecha fascista, financiada por los miles de millones del narco, apoyada en ideologías de odio, que librarán una guerra sin cuartel por preservar sus privilegios.

En Colombia este 7 de agosto 2022 es el día que al pueblo le toca. Pero ese pueblo necesitara mucha solidaridad.