BOGOTA. Por Luis Fernando Parra. Especial para El Molino. El recién posesionado alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de tendencia socialista, anunció en su discurso inaugural del pasado 1 de enero la puesta en marcha inmediata de una serie de medidas, en correspondencia con su propuesta de plan de gobierno de la campaña.
Tales iniciativas, que pasan por la prohibición del porte de armas, la protección al medio ambiente y en particular del recurso hídrico, y de la ayuda para población de bajos ingresos y de los desplazados por la violencia, fueron también un llamado al pronunciamiento y a la activa participación del gobierno del presidente Juan Manuel Santos, que en tales materias pocas ejecutorias puede mostrar a la fecha, más que inadecuado manejo de las cuencas hidrográficas de un país considerado como de los más ricos en esa materia en el mundo, -con las consecuentes y recientes inundaciones de poblaciones-, el sometimiento del medio ambiente a la explotación minera y la poca o caso nula oferta de vivienda para población necesitada.
Y el plan de Petro y su llamado al gobierno de Santos coloca a éste último en una difícil situación: o se margina de los proyectos e iniciativas de Petro evidenciando su falta de voluntad para afrontar algunos problemas sentidos de la población, o se vincula a los mismos perdiendo quizá de esa manera liderazgo en la agenda de problemas nacionales.
Y es que lo que está en juego va más allá de la buena o mala gestión de la capital del país. De lo que se trata es ni más ni menos que la próxima presidencia de Colombia.
Está por verse entonces cómo jugarán sus cartas estos personajes en los próximos días
