Nuevamente en noviembre, expresident domina los titulares

Mientras alrededor de 55 millones de estadounidenses viajaron en auto, avión y tren para reunirse en la mesa familiar y participar en una orgía de pavo, pasteles y peleas políticas, los medios le obsequiaron amplia y generosa cobertura a Donald Trump.

Poco les importa, podría decirse, que Trump en realidad no tiene la fuerza política que le atribuyen, ni que representa a nada ni nadie.

Adictos, cual adeptos a un culto, los medios corporativos escribieron, comentaron, discutieron, criticaron, analizaron, defendieron, atacaron — pero en ningún momento ignoraron — cada palabra, comentario, visita que salió de la boca de Donald Trump, expresidente doblemente juzgado, y objeto en estos momentos de varias investigaciones criminales, civiles, con posibles cargos que incluyen desde posible espionaje hasta violación sexual.

Durante el emblemático día de Acción de Gracias, Trump se reunió con Nick Fuentes, el jefe de una pandilla facista, orgullosamente anti semitica, abiertamente misógino, anti minorías étnicas y gays, entre otros atributos. Fiel al viejo libreto trumpista, tan pronto la prensa comenzó a informar de la reunión, el expresidente negó estar al tanto sobre el fachismo de Fuentes.

Fue el eje de las discusiones en los canales de opinión del domingo.

Días antes, cuando el fiscal general de la nación había anunciado el nombramiento de un Fiscal Especial para coordinador dos de los casos contra Donald Trump, como un oleada de pirañas cayeron sobre la noticia.

Por esos días, el nuevo dueño de Twitter, el milmillonario Elon Musk, lo invitó a que regresara a la plataforma. Más de qué hablar.

Eso fue solo días después de que Trump anunciara que perseguirá la nominación del partido republicano para la presidencia. Los principales medios recogieron el anuncio — unos en vivo, otros segmentos, todos por las redes sociales. Los unos dijeron que era prematuro, los otros que lesivo para el partido republicano. Hubo quienes argumentaron que no es más que un intento de protegerse contra el cada día más estrecho cerco de la justicia; otros sostuvieron que puede ganar.

El anuncio de la postulación de Trump vino a solo días del repudio claro que dio el electorado al trumpismo — aquellos que se ponen cachuchas rojas, ondean sus banderas en camionetas, defienden la insurrección del 6 de enero 2020.

Los medios pregonaban una victoria masiva de los republicanos, quienes saldrían con ambas cámaras del Congreso. Pero no fue así. Con un par de excepciones, perdieron todos los candidatos que impuso a dedo Trump. Unos candidatos aceptaron sus derrotas, otros como Kari Lake, en Arizona, se niegan a aceptar el veredicto del electorado.

Todo esto se discutió ad nauseum en los medios corporativos.

Un poquito de historia. Hasta que Donald Trump se postuló a la presidencia y ganó en el 2016, era conocido como un pésimo empresario (niño rico usando dinero de papi), corrupto, racista con un programa de TV-realidad. Bocón. Fue su manejo de los medios y manipulación de las redes sociales lo que lo puso en la presidencia. Esgrimiendo la controversia, logró desplazar de los titulares a los otros candidatos, hasta ser el más reconocido de todos los candidatos republicanos.

En múltiples ocasiones, Trump ha dicho que él ha beneficiado a los medios. No miente. Los medios le han permitido moldear su narrativa, basada en la ficción de que es un milmillonario que alcanzó la cumbre del poder económico desde muy abajo mediante sus propios esfuerzos. Por mucho tiempo, muchos creyeron que era así. Hoy día ya poco parece importar que sea ficción. Sus partidarios lo ven como un rechazo al sistema que los ha rechazado, un sistema podrid, según ellos, por causa de las minorías, los inmigrantes, los judíos, el globalismo y todas las conspiraciones del mundo.

Así como EUA necesita otros líderes que se distancien del trumpismo en palabra y obra, necesita otras plataformas que no normalicen el fachismo ni mientan a diestra y siniestra.