Tras décadas del caos de guerras civiles, con las ciudades semi destruidas, decenas de miles de personas muertas este año a causa de la hambruna, otra plaga arrasa a Somalia, escribe Jeffrey Gettleman en el New York Times.
Se trata, dice, de la esclavitud sexual generalizada de mujeres y niñas por parte de grupos armados.
Atribuye gran parte de esta violencia a los combatientes del grupo musulmán extremista Shabab, “que se presenta como una fuerza rebelde moralmente justa y defensora del Islam puro, pero se apodera de mujeres y niñas como botín de guerra, sus pandillas violan y abusan de ellas como parte de su reino del terror en el sur de Somalia”.
Dice el Times que, al perder influencia Shabab, sus líderes están obligando a las familias a entregar a las niñas para matrimonios de conveniencia, “que a menudo no duran más de unas semanas, y son esencialmente la esclavitud sexual, una forma barata para reforzar la moral entre sus filas”.
Pero Shabab no es el único, señala.
Dice que el terreno está libre para que grupos de hombres armados persigan mujeres y niñas desplazadas por la hambruna, quienes a menudo caminan cientos de kilómetros en busca de alimento y terminan hacinadas en campamentos, donde los militantes islamistas, milicianos e incluso soldados del gobierno violan, roban y matan con impunidad.
Niñas hasta de 10 años son brutalmente violadas repetidamente, dice.
Somalia, dice el Times, es un país conservador donde persisten prácticas medievales como la mutilación genital, que afecta al 98 por ciento de las niñas. Ahora, las niñas que sobreviven esta nueva ola de violencia quedan incapacitadas físicamente y, además, marginadas y estigmatizadas, sin ningún tipo de asistencia moral o física para ellas o sus hijos.
