Rodeada de éxitos profesionales — reportera ganadora del Pulitzer, autora, profesora de periodismo en la prestigiosa Columbia — Mirta Ojito es primero que todo mamá.

“Ante todo ahora yo soy la mamá de tres niños varones que me mantienen bastante ocupada”.

Son sus hijos quienes le ayudaron a sembrar definitivamente raíces en Estados Unidos, aceptando el exilio de su amada Cuba, de donde salió hace 30 años una entre 125 mil en el éxodo conocido como El Mariel.

“Ahora éste es el país de ellos y por ende el mío porque yo voy a estar donde ellos estén. Ahora mi país son mis hijos y mi hogar es donde ellos estén”.

Esta y otras reflexiones fueron el tema de una entrevista exclusiva con El Molino, que tuvo lugar el 21 de mayo. Discutimos su libro “El Mañana: memorias de un éxodo cubano” (disponible en inglés “Finding Mañana: a memoir of a Cuban exodus“) ; los recuerdos a través de los años; la inmigración y el exilio; y nos dio una primicia sobre un nuevo y ambicioso proyecto que promete tener su firma: profundidad de análisis, basado en una curiosidad insaciable que motiva su deseo de entender.

De su fascinante libro que leímos de una, nos llamó la atención, entre otros, el lenguaje moderado con que pinta personajes nefastos. Su respuesta: “Es difícil saber si uno es periodista porque es como es, o si es como es porque es periodista… El caso es que así escribo yo, así pienso yo, así hablo yo. Tiendo a no juzgar, a tratar de entender a la gente y sus circunstancias”

El efecto del tiempo sobre los recuerdos: “Los comprendo mejor. Pero yo creo que eso, más allá de la filosofía, es la realidad de la vida…También yo creo que escribir ayuda. Creo que cuando uno escribe, uno revive, vuelve a vivir – hay gente que escribe para entender. Yo no escribo para entender pero más bien averiguo para entender. Me motiva más que todo saber por qué pasó lo que pasó.”

Sobre la situación migratoria: “Los problemas principales se están dando ahora porque el gobierno federal no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido, de alguna manera arreglar el problema o el tema de la inmigración.

“Entonces las localidades, los pueblos, las ciudades pequeñas, todo el mundo está tratando de legislar asuntos de inmigración que deben ser asuntos federales con leyes locales que a veces son loquísimas.

“En fin se está tratando de legislar la cuestión de inmigración a través de leyes cómicas en ciertos casos y terribles en otros. Y eso lleva a un ambiente de hostilidad tal que en algunos casos ha terminado en golpizas y también en la muerte como la de Marcelo Lucero en Long Island.”

Al cumplirse los 30 años del Mariel, recuerda al autor de sus días: “Mi papá murió hace dos años. Y es muy difícil celebrar 30 años en este país sin él. Es lo más difícil para mí.

“Si en algún momento alguien me hubiera dicho: tu te vas a pasar por lo menos 30 años fuera de Cuba me hubiera parecido increíble. Porque el que emigra sale justamente con la idea de que no va a volver más, porque lo que deja es algo que no quiere. El exiliado se va con el pesar, ‘¡Qué pena que me tuve que ir, porque esto estaba bien y alguien me lo echó a perder!’ Es otra mentalidad”.

¿Proyecto nuevo? “Estoy trabajando justamente en un libro sobre la presencia hispana en los suburbios… Y esto un poco inspirado en lo que pasó en Long Island con Marcelo Lucero”.

A continuación el texto entero de la entrevista

Foto Pedro Portal tomada de la página de la autora

El Molino: ¿Quien es Mirta Ojito? La adolescente Pionera (casi en contra de la voluntad paterna), esforzándose por sobrevivir en un ambiente hostil, o la autora, periodista premiada, profesora de Columbia? ¿Qué trajiste de Cuba y que dejaste atrás para siempre?

Mirta Ojito: Ante todo ahora yo soy la mamá de tres niños varones que me mantienen bastante ocupada. Y profesora en el sentido de que me gusta enseñar, no tanto por el título sino porque enseñar es algo que encuentro muy atractivo en este momento de mi vida.

Sigo siendo, fundamentalmente, reportera. A mi lo que me motiva, lo que me mueve, lo que me hace levantarme todos los días de la cama, además de mis tres hijos, es la curiosidad. Entender a la gente. Saber qué motiva a la gente, qué los hace ser quienes son, cuáles son sus experiencias. Encuentro a la gente increíblemente fascinante. Y el mundo en general, yo tengo una gran curiosidad.

¿Qué me llevé de Cuba? Como todo el mundo, la formación de mi niñez. Creo que todos somos un cúmulo de experiencias: yo sería otra si no hubiera vivido en Cuba. Mi niñez, mis recuerdos, mis experiencias. Más las que he ganado aquí, porque en Cuba fueron 16 años, aqui son 30 años.

Entonces por mucho que uno quiera aferrarse al pasado – y yo no soy una persona que se aferra al pasado. Lo reconozco y no lo oculto y lo comento y escribo sobre él. Pero no me aferro. Están los años aquí. Y está el presente y sobre todo el futuro.  Es una combinación de todos. Como somos todos.

El Molino: Nos llama la atención en tu libro que al hablar sobre algunos personajes que te hacen la vida muy difícil — como tus maestras en la escuela primaria– los pintas en términos poco halagadores, pero sin embargo te abstienes de usar insultos, como “esbirro”, “canalla”, “chivato”, etc. ¿Por qué ese lenguaje moderado?

Yo honestamente no creo que fue una decisión consciente para nada. Posiblemente sea un poco de formación profesional. Es difícil saber si uno es periodista porque es como es, o si es como es porque es periodista. Como yo llevo ya 23 años en le periodismo, no se que vino primero: la gallina o el huevo. El caso es que así escribo yo, así pienso yo, así hablo yo. Tiendo a no juzgar, a tratar de entender a la gente y sus circunstancias. No me me es para nada dificil, al contrario me es fácil, entender la circunstancia en que se desarrollaron esas maestras. Y te repito por cuestiones profesionales tiendo a escribir así. No fue para nada algo consciente que yo haya dicho, “dejame escribirlo así”.

El Molino: Proust habla de cómo nuestra percepción de la memoria cambia con el tiempo — así a veces al recordar un incidente pasado, lo vemos a través de otro prisma. Con la madurez y sabiduría de los años, ¿ha cambiado en algo tu percepción de tus recuerdos?

Mirta Ojito: Los comprendo mejor. Pero yo creo que eso, más allá de la filosofía, es la realidad de la vida. Que la experiencia de los años, sobre todo cuando ya tienes hijos, te pones en el lugar de tus padres y entiendes. Y dices, ‘ahh, por eso es tal cosa’.

También yo creo que escribir ayuda. Creo que cuando uno escribe, uno revive, vuelve a vivir – hay gente que escribe para entender. Yo no escribo para entender pero más bien averiguo para entender.  Me motiva más que todo saber por qué pasó lo que pasó.

En mi libro hay una escena en que estoy en la escuela en el campo cuando cumplo 16 años. Y mi papá se molesta por una serie de cosas que le habían pasado ese día, pero fundamentalmente porque el viento no le permite perder las velas de mi bizcocho de cumpleaños. Entonces él le da un golpe al árbol y ahí yo le digo “Bueno, arregla los papeles, ¡haz lo que tengas que hacer y vámonos”!

Yo recuerdo eso perfectamente. Mi memoria no ha cambiado sobre el tema. Lo que me he dado cuenta, no solamente cuando escribí el libro, sino ahora volví a escribir de esa escena en otro contexto para un capítulo de otro libro, y me di cuenta del peso tan grande que él había puesto en mí.

Ellos verdaderamente, mi papá sobre todo, era tal el respeto que él sentía hacia mi como individuo que él estaba esperando a que yo tomara una decisión. El no quería presionarme de ninguna manera. No sé si lo hizo consciente o inconscientemente, pero yo sospecho que él no quería que un día yo fuera a decir,  “No porque tu me sacaste de Cuba”.

Y hasta el día yo siempre he dicho, “Yo me fuí de Cuba con mis padres, pero yo me fuí de Cuba porque yo quería irme de Cuba. Fue una decisión personal, consciente, no se si madura o inmadura pero fue mía”.

Que da la casualidad que mis padres querían que fuera esa la decisión, es verdad. Ellos se querían ir, sobre todo mi padre. Pero fue una decisión que él tuvo la inteligencia y la decencia personal de dejarme tomar. Y mientras más pasa el tiempo más me doy cuenta que increíble es eso. Lo digo ahora y sigo descubriendo cosas en mi mente. Que momento tan increíble para un padre de darle esa responsabilidad a un niño, pero yo lo pienso como, ¡qué libertad! Que manera de respetar a los seres humanos, incluso a un hijo, decir “deja que ella llegue a esa conclusión”.

Yo no creo que me di cuenta en ese momento. Yo le dije arregla los papeles y vámonos por desespero, porque lo ví tan amargado, tan disgustado, pero yo no pensé en ese momento. Lo que te estoy diciendo ahora es una cosa que me doy cuenta con el tiempo de la importancia de esa decisión. En ese momento fue un poco la manera de aliviar a mi papá, de aliviarlo en alguna manera porque yo lo veía tan desesperado, el pobre. Y me dio tanta pena, que yo dije, “No. Este hombre tiene que irse de aquí”. Y yo ya me quería ir también: había llegado a un punto de desespero.

El Molino: Por bastante tiempo cubriste el tema de la inmigración en los EEUU. ¿Qué piensas de la situación actual: La campaña anti inmigrante que precedió la elección 2008 y que ahora surge nuevamente con la Ley de Inmigración de Arizona.

Mirta Ojito: Cuando yo verdaderamente empecé a cubrir inmigración en serio yo ya estaba en el New York Times, como en el 97-98. En el Miami Herald yo cubría temas de derechos humanos, cubría a emigrantes, a exiliados pero no es lo mismo que cubrir inmigración como ‘beat’.

Cuando empiezo el ‘beat’ ya hace 13 años, ya era conflictivo. Pero era un tema conflictivo en aquel momento no como es ahora. Ahora el conflicto se entiende por la ausencia de leyes, por la ausencia de regulación. Los problemas principales se están dando ahora porque el gobierno federal no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido, de alguna manera arreglar el problema o el tema de la inmigración. Algunos lo ven como un problema, otros como un tema.

Cuando yo lo estaba cubriendo, se acababa de pasar una ley bastante nefasta en el 96 que cambió totalmente las reglas del juego. Y que hizo que mucha gente fuera deportada. Todavía esa ley está en vigor.

Hizo que mucha gente que estaba ilegalmente en este país tuviera que regresar a su país. O peor, mantenerse aún más “underground” aún más ilegal. Porque entonces esa ley lo que dijo fue, si usted está en este país sin documentos después de cierta fecha si lo cogemos tiene que regresar a su país y no puede volver a Estados Unidos en 10 años.

Entonces ¿qué pasa? Que esa gente se escondió aún más, en vez de tratar de ajustar su estatus legal en ese momento, se escondió más. Así que estamos viendo ahora hasta cierto las consecuencias de esa ley de 1996.

Si usted no es ciudadano y comete un delito en este país podemos deportarlo. El delito podía ser hurto o podía ser una violación o podía ser asesinato o podía ser un cheque falso. Las cortes perdieron la habilidad de poder determinar lo que considerabas un crimen o un delito deportable. Y todos entonces pasaban por el mismo tamizo, lo cual es muy complicado porque efectivamente hay gente que no merece estar en este país. Pero hay gente que cometieron un error que ahora son personas normales con familias y trabajos y se han superado y de todas maneras los deportan por ese delito que a lo mejor cometieron hace 20 años.

Las consecuencias de esa ley — todavía estamos viviendo con ellas. Pero lo que hay ahora es diferente, es un sentido de que no hay orden, de que no hay control, de que esto es un desastre: no hay control en la frontera y ni hay control adentro.

Entonces las localidades, los pueblos, las ciudades pequeñas, todo el mundo está tratando de legislar asuntos de inmigración que deben ser asuntos federales con leyes locales que a veces son loquísimas. Como en ciertos lugares, no recuerdo el nombre ahora, no te puedes parar y extender el brazo como si fueras a parar un taxi. Eso es ilegal. ¿Por qué? Porque lo que están tratando de hacer es impedir que se reunan trabajadores, documentados o no, porque creo no les importa tanto el estatus como el hecho, a buscar trabajo en las esquinas y tratan de parar los camiones que pasan. Para la construcción, o trabajos de jardinería y ese tipo de cosas. En un pueblito que es aquí cerca de NY está prohibido levantar la mano en público.

Hay otro lugar donde te vigilan si tienes más de una antena parabólica en la casa, porque eso demuestra que en la vivienda hay más de una familia. Entonces tratan de hacer esas antenas o los satélites ilegales.

En fin se está tratando de legislar la cuestión de inmigración a través de leyes cómicas en ciertos casos y terribles en otros. Y eso lleva a un ambiente de hostilidad tal que en algunos casos ha terminado en golpizas y también en la muerte como la de Marcelo Lucero en Long Island.

Lo de Arizona me parece una gran tontería – claro si no fuera tan serio, sería una tontería. No me parece una buena ley en lo absoluto. Y me parece que es un síntoma más de lo mismo que estamos hablando.  Las ciudades, en este caso un estado entero, no saben qué van a hacer: hay un total desorden.  Es como si los padres no ponen un orden en una casa, los hijos entonces van a imponer el orden que ellos puedan: uno puede decir me voy a bañar un día si y otro no. La gente trata de obtener algún tipo de rutina, algún tipo de orden; orden del caos. Esto es la naturaleza humana. Entonces cuando no lo pone el gobierno federal, los gobiernos locales tratan de imponer ese orden en el caos. En este momento la cuestión migratoria es un caos.

El Molino: Se cumplen este año los 30 del Mariel. ¿Tienes algunos comentarios personales, políticos, nostalgia?

Mirta Ojito: Bueno, personalmente quisiera que mi papá estuviera aquí. Mi papá murió hace dos años. Y es muy difícil celebrar 30 años en este país sin él. Es lo más difícil para mí.

Nostalgia no. Yo no tiendo a la nostalgia, tal vez porque no tengo sentido de olfato. Nada me trae recuerdos si no lo veo delante de mi.

Políticamente…A ver, te voy a hacer una anecdota personal. Cuando yo estaba en la universidad conocí a una mujer que llevaba 15 años fuera de Cuba – yo llevaba cinco años fuera. Y recuerdo haber pensado en ese momento: “15 años fuera de Cuba, como tu puedes, qué va yo me muero”. No se puede Me parecía algo imposible. Ahora yo llevo el doble del tiempo que ella llevaba fuera de Cuba. Todavía somos amigas y ahora ella lleva más tiempo. Yo creo que jamás pensé que yo iba a vivir fuera de Cuba 30 años. Yo creo que pensaba que iba a volver a Cuba en algún momento porque el gobierno iba a cambiar — me parece. No estoy muy segura. Pero si en algún momento alguien me hubiera dicho tu te vas a pasar por lo menos 30 años fuera de Cuba me hubiera parecido increíble.

Sospecho que esto es normal de los que van al exilio. Porque el que emigra sale justamente con la idea de que no va a volver más, porque lo que deja es algo que no quiere. El exiliado se va con el pesar, “Qué pena que me tuve que ir, porque esto estaba bien y alguien me lo echó a perder”. Es otra mentalidad. Y yo salí mucho con mentalidad de exiliada.  Con la idea de que en algún momento sería posible el regreso. Ya no pienso así.

Ya después de que tuve hijos aquí, es otra mentalidad. Ahora este es el país de ellos y por ende el mío porque yo voy a estar donde ellos estén. Ahora mi país son mis hijos y mi hogar es donde ellos estén. Es otra mentalidad, no se si viene con tener hijos o viene con la madurez, o con el tiempo pero ese es el cambio principal, creo yo.

El Molino: La última pregunta: ¿qué proyectos nuevos tienes?

Mirta Ojito: Estoy trabajando justamente en un libro sobre la presencia hispana en los suburbios. Y cómo se asimila el hispano a un lugar aparentemente tan idílico como los suburbios y cómo los que viven en los suburbios se acomodan o se asimilan a la experiencia de tener de los hispanos en sus comunidades.

Hasta que punto esos experimentos trabajan, funcionan cómo y cuándo no. Y esto un poco inspirado en lo que pasó en Long Island con Marcelo Lucero.