Melania Trump es completamente diferente a las otras mujeres que la han precedido en su cargo como Primera Dama de EUA.
Retraída, distante, lo poco que habla lo dice con un marcado acento europeo. En cierta medida, el país se ha acostumbrado a verla poco y jamás escucharla. Ahora — además de los problemas maritales que pueda tener con su marido que esquiva esta semana no una sino dos acusaciones de haberle sido infiel con una conejita de Playboy y la con una estrella porno — se encuentra enredada en un escándalo propio.
Se trata de Stephanie Winston Wolkoff, una mujer muy rica de Manhattan, que como “voluntaria” y asesora de la Primera Dama aparentemente se pasea libremente por la Casa Blanca, sin tener credenciales de seguridad.
Winston Wolkoff, indica una nota en POLITICO, estuvo a cargo de los eventos de la inauguración de Donald Trump en enero 2017. Para ello, Winston Wolkoff fundó una compañía que manejó el presupuesto de US$26 millones, obtenido mediante contribuciones privadas por parte de individuos y empresas. Embolsilló la friolera de US$1.6 millones — dinero que estaba destinado a fundaciones caritativas — aparentemente la caridad comenzó en su casa.
Según POLITICO, Winston Wokoff, recibe del gobierno un teléfono y un computador, pero no un salario. A diferencia de otros funcionarios de la administración, la antigua planificadora de eventos Vogue sigue viviendo en la ciudad de New York y cada par de semanas se presenta en la Casa Blanca, donde “consulta” con la primera dama sobre sus iniciativas, según dos funcionarios de la Casa Blanca.
Winston Wolkoff, indica la nota de POLITICO, tiene pocos amigos en la Casa Blanca, donde muchos ven con resentimiento el acceso que, sin realmente trabajar allí y basado únicamente en su amistad con la Primera Dama, le ha permitido enriquecerse.
Muy seguramente, ahora que ha llegado a los titulares, en unos días se escuchará que ha dimitido.
Esto podría considerarse embarazoso, al punto que merecería una conversación entre marido y mujer, Primer Mandatario y Primera Dama, pero con los problemas de faldas (por no mencionar otros) que enfrenta Donald Trump, a lo mejor ni se ha enterado.
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