SAN FRANCISCO. Por el Perro Andaluz. Especial para El Molino. Anoche, mientras esperaba el coche luego de asistir a una cena de negocios, ví llegar un Mercedes Benz negro. Del coche salió una mujer espectacular, seguida de un muchacho joven, luciendo una camiseta verde. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando reconocí que era nada menos que Iker Casillas, portero y capitán de la selección española!

“¡Qué Viva España”, grité, tal y cual lo hubiera hecho mi padre. El me contestó: “¡Qué viva! “ y me estrechó la mano con afecto y cariño. En el breve intercambio de palabras, le conté que yo había nacido en Cádiz, que vivía en San Francisco y que había estado en Sudáfrica viendo a España ganar nuestro primer mundial.

“Te felicito de todo Corazón”, le dije, a nombre de todos los españoles y latinoamericanos del mundo. “Gracias, hombre”, me dijo y me abrazó. “¡Que disfrutes la cena!”, le dije y desapareció con su novia, la periodista Sara Carbonero.

Increíble coincidencia. El domingo antepasado lo ví subir la Copa del Mundo frente a miles de espectadores y millones de televidentes. Anoche lo ví en San Francisco, un hombre normal, guapo a rabiar, saliendo a cenar con su novia como cualquiera: que hermosa pareja: ¡Olé!

Debí haberme tomado una foto con el con mi blackberry; debí haberle dicho más; debí, debí, debí. Pero en aquel momento solo pensé en saludarlo con un grito que me salió profundo del alma: ¡Qué viva España!