Sea una muñeca inflable, o un vibrador, lo más seguro es que los juguetes eróticos tengan un puesto de honor en el ropero, la mesa de noche, u otro sitio al alcance de sus dueños.
El fotógrafo Jason Lee nos las muestra antes de llegar a casa, cuando todavía son objetos de producción en masa, inánimes, fríos.
Visitó una fábrica, dice Rusty Blazenhoff de Laughing Squid, donde se producen vibradores y 13 modelos de muñecas sexuales inflables. La compañía vendió el año pasado más de 50,000 muñecas sexuales el año pasado, a un precio de US$16.
El 15 por ciento fueron exportados al Japón, Corea y Turquía.
Reuters publica la colección entera de fotografías.