Si las revelaciones sobre la vigilancia de la NSA hubieran sido primicia de CNN o The New York Times, los ejecutivos estarían ordenando nuevos estantes para guardar todos los prestigiosos premios que anticipaban, comenta David Carr en el New York Times.
En cambio, los reporteros y las organizaciones que realizaron esa labor periodística se encuentran bajo ataque: No solo por parte de un gobierno empeñado en mantener sus secretos, sino también por sus propios colegas.
Menciona algunos de los fuertísimo ataques de periodistas contra Glenn Greenwald, quien en The Guardian ha publicado las filtraciones de Edward Snowden; y Julian Assange, cuya organización WikiLeaks mostró crímenes cometidos por soldados de EUA contra civiles en Irak.
En el programa de opinión “Meet the Press”, dice el Times, el presentador David Gregory, preguntó a Greenwald por no debería ser acusado de un crimen.
También, continúa el Times, Jeffrey Toobin, que trabaja para CNN y The New Yorker, llamó a Snowden “un narcisista grandioso que pertenece en la cárcel”. Al compañero de Greenwald, David Miranda, detenido por las autoridades británicas durante nueve horas bajo antiterrorista leyes, Toobin lo comparó con una “mula” que transporta drogas.
Michael Grunwald, un corresponsal de la revista Time, dijo (antes de retractarse) “No puedo esperar para escribir una defensa del ataque por drone que se baje a Julian Assange”.
Recuerda el Times, que esta información mosotró que, entre otras cosas, la NSA ha venido registrando las llamadas telefónicas y correos electrónicos por años. También, que fue WikiLeaks el que divulgó un video donde un helicóptero militar de EUA abre fuego sobre un grupo de civiles, entre ellos dos periodistas de la Reuters.
El sentido más amplio que percibo en las críticas dirigidas a Assange y Greenwald es que ellos producen desagrado – – que no son lo que nosotros consideramos verdaderos periodistas. Representan un creciente Quinto Estado formado por filstradores, activistas y blogueros, que constituyen una amenaza para aquellos de nosotros en los medios tradicionales. En otras palabras no son como nosotros.
El resultado es que justifican el enfoque de la administración sobre la ética de las divulgaciones y no en la moralidad de los actos del gobierno, dice.
Recuerda nota en el Times a un filtrador, atacado por el gobierno en su época, pero hoy considerado como un héroe que hizo públicos documentos de la guerra de Vietnam: Daniel Ellsberg.