Si no ha escuchado nada sobre el tema, es porque no ha hablado con nadie en los últimos años. Pero el papel del ejército en la creación de tecnologías de punta como internet no es ningún secreto.

También se sabe que la industria pornográfica jugó un papel clave en el desarrollo de los formatos de video desde los días de VHS y Betamax.

Ahora el libro Sex, Bombs, and Burgers: How War, Pornography, and Fast Food Have Shaped Modern Technology de Peter Nowak, autor especializado en tecnología, explora los espacios comunes que han compartido militares, pornógrafos y cocineros y en el proceso creado la tecnología que rige nuestro mundo.

Cada dispositivo, dice, cumple una función: comer, matar, o copular.

Las áreas se cruzan, se transforman mutuamente, luego toman su propia vida.

Ejemplo: la cámara de video. “El producto más sorprendente de la Segunda Guerra Mundial tiene que haber sido la creación de la industria de la pornografía moderna”, escribe. El ejército invirtió generosamente en la creación de cámaras de mano que permitieran a los soldados con un entrenamiento mínimo capturar imágenes de la guerra.

Ello condujo a que empresas aprendieran a producir dichas cámaras más baratas.

De ahí surge el pornógrafo aficionado, que a su vez conduce a la creación de películas porno caseras. (¡Quién no ha visto una!)

Igual con la comida enlatada y hasta las papitas fritas rápidas. Se crearon para alimentar ejércitos en batalla.

Con lo que hoy se conoce como el horno microondas, inicialmente se intentaba crear un poderoso rayo para derribar aviones enemigos; incluso el robot aspiradora comenzó “olfateando” minas en los túneles de Afganistán.

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