Por Roger Koza 15/06/2012 — El festival internacional de Locarno es el festival del momento. Olivier Père, el actual director artístico, cuando dejó la dirección de la Quincena de los Realizadores en Cannes 2010, tenía un plan: convertir a Locarno en el festival de avanzada, capaz de combinar vanguardia y clasicismo, y dotar a esa combinación de un significado específico en el siglo 21. No es sorpresivo, entonces, que la gran ganadora de la última edición, en agosto del año pasado, haya sido Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler, pues la ópera prima de esta joven directora representa muy bien la agenda estética de Locarno.

En Abrir puertas y ventanas, título extraño aunque preciso, el tema es el duelo, una experiencia misteriosa e intensa cuyo final, probablemente, no se podría explicitar mejor que con la acción aludida en el título: abrir, airear, salir.

En este caso, tres hermanas jóvenes deben atravesar la reciente muerte de su abuela. El lugar elegido es la propia casa de quien acaba de morir. La abuela todavía es una presencia, más fantasmal que real. Justamente el duelo, que implica asimilar la falta (de alguien) como la única manera de existencia de los muertos, es lo que registra Mumenthaler.

Pero eso no es todo porque las tres mujeres, más allá del acontecimiento doloroso, también están viviendo el momento en el que empiezan a delinear sus vidas: desean, quieren viajar, amar, buscar. El resultado es sencillamente extraordinario.

Relaciones familiares

[vsw id=”jNxxpo5Cf-Q” source=”youtube” width=”425″ height=”344″ autoplay=”no”]

-¿Cómo concebiste el filme? Se anticipaba en otros trabajos tuyos, con mujeres vinculadas a un inmueble con cierta carga simbólica.

-Era como una continuidad lógica de mis cortos, sobre todo El patio y Amancay, pero por su duración es complicado ir más en profundidad. Creo que cuando hablamos de relaciones familiares, el hogar es fundamental. Es allí donde todo se genera. Para mí conocer la casa de alguien es conocer un poco más a la persona.

-¿Cómo trabajaste con tus actrices?

-Desde un inicio las actrices sabían que si aceptaban la propuesta tenían que estar dispuestas a ensayar mucho. Primero se trabajó el vínculo, que ellas tres compartan diversas actividades como quedarse a dormir juntas, ir a un recital, cocinar, pasar tiempo sin ningún objetivo, además de improvisaciones donde poco a poco iban encontrando el personaje de manera superficial, desde el habla a la postura corporal. Y una vez que nos aproximamos nos adentramos en el guión, escena por escena, que empiecen a entender que cada texto o pequeño gesto tenía su importancia y hablaba del personaje.

-Da la impresión de que la casa es el cuarto protagonista. ¿A qué se debe la importancia que le das al espacio?

-Efectivamente, la casa con todas sus pertenencias es un cuarto personaje que representa a los que ya no están, a los ausentes. La película es un intento de representar los sentimientos y pensamientos de las tres hermanas. Ellas quedan huérfanas y todavía tienen la necesidad de la presencia de la abuela que las crió. Por eso la cámara por momentos es autónoma y anticipa, es la presencia de la abuela que los personajes necesitan que esté todavía ahí.

-El filme trabaja sobre la ausencia y el duelo de los personajes. ¿Por qué elegiste ese punto de partida para explorar la relación entre las hermanas?

-Creo que un duelo es un gran momento de vulnerabilidad y de cuestionamiento. Además, esta nueva situación las inyecta al mundo adulto más rápido de lo que pensaban y tienen que ir tomando decisiones respecto de sus vidas. Creo que hasta ese momento en el marco familiar había una lógica (las chicas van al colegio y luego a la facultad) que mantenía una cierta armonía y unidad. Al faltar la figura parental de repente el modelo cambia y provoca choques y no entendimientos. Es como si ese punto de unión se quebrara.

Copyright NoticiasFinancieras

Foto: Zimbio