La pobre reina Isabel sin yate, ElMolinoonline.comCuando el secretario de educación inglés Michael Gove sugirió que a la reina Isabel de Inglaterra se le debería comprar un nuevo yate, por nada menos que US$92 millones, respondió un portavoz de primer ministro David Cameron: “No creemos que sería un uso apropiado de los dineros públicos”, informó la Associated Press

Dice que el yate real el Brittania fue retirado de servicio en 1997 después de 44 años . La reina parece que soltó una lágrima al verse sin yate.

Este año se celebrará el jubileo de diamante de Su Majestad: es decir 60 años en que los trabajadores ingleses han tenido que soportar a una familia de parásitos que gozan del sudor de la frente de otros.

Nos recuerda esta triste historia de una reina sin yate a aquella pobre viejecita inmortalizada por la pluma del colombiano Rafael Pombo.

Foto Wikipedia

Artículo en inglés

 

La pobre viejecita

Érase una viejecita
sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces,
tortas, huevos, pan y pez.

Bebía caldo, chocolate,
leche, vino, té y café,
y la pobre no encontraba
qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía
ni un ranchito en qué vivir
fuera de una casa grande
con su huerta y su jardín.

Nadie, nadie la cuidaba
sino Andrés y Juan y Gil
y ocho criadas y dos pajes
de librea y corbatín.

Nunca tuvo en qué sentarse
sino sillas y sofás
con banquitos y cojines
y resorte al espaldar.

Ni otra cama que una grande
más dorada que un altar,
con colchón de blanda pluma,
mucha seda y mucho holán.

Y esta pobre viejecita
cada año hasta su fin,
tuvo un año más de vieja
y uno menos que vivir.

Y al mirarse en el espejo
la espantaba siempre allí
otra vieja de antiparras,
papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita
no tenía qué vestir
sino trajes de mil cortes
y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos
chanclas, botas y escarpín,
descalcita por el suelo
anduviera la infeliz.

Apetito nunca tuvo
acabando de comer,
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien.

Se murió de mal de arrugas,
ya encorvada como un tres,
y jamás volvió a quejarse
ni de hambre ni de sed.

Y esta pobre viejecita
al morir no dejó más
que onzas, joyas, tierras, casas,
ocho gatos y un turpial.

Duerma en paz, y Dios permita
que logremos disfrutar
las pobrezas de esta pobre
y morir del mismo mal.