UnknownNuestro gran amigo Iván Acosta nos envía esta nota de El Heraldo de Barranquilla. Por Fausto Pérez Villarreal — El pasado 12 de enero se cumplieron noventa años de la creación de la Sonora Matancera, la agrupación musical más prolífica y popular de América Latina.

Basta enunciar las estadísticas (año de su fundación, número de grabaciones, número de cantantes, programas de radio, etcétera) y escuchar solo algunas canciones para comprobar que no hay exageración ninguna cuando se le asigna a la Sonora Matancera el calificativo de Decano de los Conjuntos Cubanos.

Daniel Santos
Daniel Santos
Más de mil treinta temas grabados y cualquier cantidad de acetatos y discos compactos publicados reafirman lo dicho y ubican a la Sonora en un pedestal inamovible.

En Cuba existieron colectividades musicales tan buenas o superiores a la Sonora, como por ejemplo el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, las orquestas de Los Hermanos Castro, Casino de La Playa, Anacaona, Aragón, Arcaño, Neno González, Lecuona Cuban Boys, Cosmopolita, Maravillas de Florida, la Banda Gigante, Antonio María Romeu, Riverside, La Original de Manzanillo y un largo etcétera.

Sin embargo, ninguna de esas agrupaciones logró penetrar con tanto arraigo en las entrañas de la amplísima masa de América hispana como lo hizo la Sonora Matancera, referente indiscutido de las nuevas generaciones.

“Los latinoamericanos que crecimos y decidimos tomar la senda de la música afroantillana llevamos por dentro un matancerómano latente”, me dijo el flautista dominicano Johnny Pacheco, uno de los fundadores de la Fania All Star, en entrevista que me concedió en enero de 2009 en el hotel El Prado de Barranquilla.

Y de hecho, en una fructuosa época de su carrera, Pacheco empleó el formato de la Sonora, y con el paso de los años grabaría con cantantes que pasaron por el célebre conjunto de Matanzas, entre ellos Elliot Romero (vocalista de Acuyuyé), Celia Cruz, Justo Betancur, Daniel Santos y Celio González.

Celia Cruz
Celia Cruz

Eddie Palmieri, catalogado como uno de los excelsos pianistas de la salsa, también tiene su corazoncito matancero y va más allá de la simple admiración: “Mi ídolo y maestro en la ejecución del piano es Lino Frías, el pianista de la Sonora”, reconoció públicamente Palmieri, en su presentación en el Barranquijazz de 2006, en el teatro Amira de la Rosa.

De acuerdo con historiadores de respetable credibilidad como el cubano Helio Horovio y los colombianos Héctor Ramírez Bedoya y José Portacio Fontalvo, por las filas del conjunto matancero pasaron 47 cantantes de 9 nacionalidades. De ellos, 26 cubanos, 11 puertorriqueños, 2 argentinos, 2 mexicanos, 1 dominicano 1 venezolano, 1 uruguayo, una haitiana y 2 colombianos: el barranquillero Nelson Pinedo y la cartagenera Gladys Julio.

La fundación de la Sonora se produjo el 12 de enero de 1924, sábado por la tarde, para ser más exacto.

Valentín Cané, mulato de fina estampa, ejecutor del tres, de mucha simpatía entre sus vecinos de la calle Salamanca entre  Jovellanos y Ayuntamiento, en Matanzas, ciudad ubicada en el noroccidente de Cuba, fue el precursor de la idea acolitada por el contrabajista Pablo Vásquez Govín, ‘Bubú’; Manuel Sánchez (timbales); Ismael Goberna (cornetín); Domingo Medina, José Ma¬nuel Varela, Julio Govín y Juan Bautis¬ta Llopis (guitarras).

El conjunto conformado por esos ocho músicos se llamó Tuna Liberal, en honor al partido político al que pertenecía Juan Gronlier Zardiñas, gobernador de Matanzas en ese entonces.

En 1926 abandonaron el colectivo Domingo Medina, Juan Bautista Llopis y Julio Govín. Con intervalo de semanas ingresaron, primero, el cantante Eugenio Pérez, y luego el maraquero y también cantante Car¬los Manuel Díaz, conocido mejor como Caíto.

Al poco tiempo, los músicos decidieron cambiarle el nombre a la agrupación para desligarlo del asunto político. Surgió, así, el Sexteto Soprano.

En el segundo semestre de ese 1926  ingresó al grupo, por recomendación directa de Caíto, el guitarrista Rogelio Martínez, quien sería fundamental en el futuro.

A los pocos días de la incorpora¬ción de Rogelio Martínez, el sexteto de ocho integrantes cambió otra vez de nombre: Estudiantina Sonora Ma¬tancera.

"Chocolate" Armenteros
“Chocolate” Armenteros

El 12 de enero de 1928, cuatro años exactos después de su fundación, la Estudiantina grabó sus primeras producciones en dos acetatos de 78 revo-luciones por minuto.

A partir de 1930 la agrupación pa¬saría a llamarse, para siempre, Sonora Matancera. Y desde 1932 Rogelio Martínez asumiría la dirección hasta su muerte, el 13 de mayo de 2001.

La década de los 40 sería definitiva en el ascenso de la Sonora Matancera en el concierto internacional. Llegarían las grandes estrellas, empezando por Bienvenido Granda, Celia Cruz y Daniel Santos.

En 1953, nuestro Pollo barranquillero Nelson Pinedo fue solicitado para hacerle una suplencia a Daniel Santos, quien se había marchado de manera intempestiva hacia México.

Daniel no regresó y Nelson se quedó por espacio de cinco años como cantante, dejando un historial de bellas piezas entre boleros, porros colombocubanos, merengues, guarachas y chachachá.

Durante el período en que Nelson estuvo en la Sonora desfilaron vocalistas de reputadas trayectorias de la talla de Leo Marini, Carlos Argentino, Vicentico Valdés, Celio González, Alberto Beltrán, Alberto Pérez Sierra, Johnny López, Carmen Delia Dipiní, Víctor Piñero. Como quien dice, puros pesos pesados.

En medio de la abundancia de agrupaciones musicales que surgen a diario y que más tarde se pierden en el anonimato, ahí nos queda, para mostrar como ejemplo de longevidad, a la inolvidable Sonora Matancera.

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