Jill AbramsonEn una ciudad donde los secretos no existen, y una industria en que saberlo todo es símbolo de poder, el abrupto y totalmente inesperado despido de la directora del New York Times ha disparado una ola de rumores y especulaciones, incluso fotos en Instagram, como informa Ken Auletta en The New Yorker.

El anuncio mismo dejó boquiabiertos a todos en la sala de redacción, indican informes.

Se presentó Arthur O. Sulzberger, Jr., editor del rotativo, acompañado del Dean Baquet, nuevo director y primer afroamericano en la posición, y dijo que Jill Abramson había dejado el diario.

No dijo mucho más.

Fue una explosión que sacudió el mundo mediático y comenzaron los rumores.

Se ha dicho que responde a conflictos entre Iglesia y Estado (lado comercial y editorial); que ella era “brusca” (que muchos dicen es acusación machista); que el periódico enfrenta problemas con su lado digital.

Pero entre todo lo que se dice, la acusación que más ha flotado y que parece estar respaldada por datos es que es asunto de plata: Tuvo lugar un enfrentamiento Abramson y Sulzberger cuando ella supo que durante toda su carrera en el rotativo ella había ganado sustancialmente menos dinero que los hombres en su misma posición e incluso en posiciones subalternas.

Y esto es mancha la reputación del periódico, que ha visto en la última década escándalos serios, como su apoyo incuestionable a la guerra de Irak y las crónicas inventadas por Jason Blair, entre otros.

Cifras que publica Ken Auletta en The New Yorker presenta una serie de cifras que confirmarían esa acusación: que el New York Times no es diferente de EUA corporativo donde las mujeres ganan menos.

Como directora ejecutiva en el 2011 comenzó con US$475,000 mientras que Bill Keller, su predecesor, ese año recibió US$559,000.

“Su salario fue aumentado a US$503.000 — sólo después de que ella protestara — y nuevamente a US$525.000. Se enteró de que su sueldo como jefe de redacción, US$398.000, había sido inferior de del jefe de redacción para operaciones de noticias, John Geddes. También se enteró de que su sueldo como jefe de la oficina de Washington, entre 2000 y2 003, era de cien mil dólares menos que el de su sucesor en esa posición, Phil Taubman”.

Señala The New Yorker que Abramson había contratado un abogado para discutir el tema.

Estas aseveraciones, que contradicen la fibra misma del periódico, han tocado un nervio: El jueves, en medio de los rumores, Sulzberger manifestó en un memorando que era “desinformación”.

“De hecho en su último año el total de sus paquete de honorarios fue más de 10% superior al de su predecesor, Bill Keller […]”.

Pero nada eso parece haber calmado el tsunami de rumores que está sacudiendo la venerable publicación, que hoy día se ve sumida en un vergonzoso y desmoralizante escándalo empañando aún más una imagen maltrecha y empañada.

Y, como dicen los publicistas, la percepción es realidad.

Artículo en inglés