Culto a la personalidad del presidente Kennedy, ElMolinoonline.comCon motivo de otro aniversario de la muerte John F. Kennedy en 1963, el columnista del New York Times Rouss Douthat comenta sobre tres premisas falsas que según él marcan un culto a la personalidad del difunto presidente.

Desde el magnicidio de Dallas, dice el Times, se ha empotrado en la sociedad estadounidense un culto a la personalidad de Kenney, llegando al punto que se le considera uno de los grandes presidentes de EUA, con la constante publicación de libros, estudios y novelas que de una u otra manera perpetúan ese mito.

Uno de estos libros recientes es la novela de Stephen King 11/22/63 donde el protagonista intenta regresar al pasado para cambiar los acontecimientos de este fatídico día.

La primera premisa, dice el Times, es que Kennedy fue un presidente muy bueno y habría sido uno de los grandes si hubiera vivido. Este punto de vista, dice, “Pertenece a los estenógrafos sobrevivientes de Camelot” (como se llamaba la Casa Blanca bajo Kennedy). Y, también, a popularizadores que se esfuerzan por ignorar lo poco que realmente logró Kennedy durante su presidencia.

“La interpretación más generosa de la presidencia de Kennedy es que fue mediocre y su muerte dejó una calificación final de ‘incompleta’. Un análisis más severo lo considera casi un desastre: ineficiente en la política doméstica, evasivo en cuanto a los derechos civiles y autor de una serie de barrabasadas en la política exterior, escasamente evitando una guerra nuclear causada por su propia temeridad”.

La segunda premisa falsa es que Kennedy no habría intervenido en Vietnam. De hecho, dice, la guerra de Vietnam es un legado de Kennedy. Su retórica “pagaremos cualquier precio, llevaremos cualquier carga” enmarca el discurso de la intervención, dice.

“Su escalada paulatina estableció el marco estratégico que empujó a Lyndon Johnson al desastre. Y los arquitectos de la guerra eran todos gente de Kennedy”.

La tercera premisa es de quienes dicen que Kennedy fue víctima de la falta de razonamiento de la ultraderecha, lo cual es difícil de creer si se tiene en cuenta que Lee Harvery Oswald, su asesino, era un hombre de izquierda, admirador de Fidel Castro.

Para concluir, señala que “Este último ejemplo explica por qué importa el culto de J.F.K — porque sus mitos siguen definiendo la manera en que interpretamos la política hoy día. Confundimos la carisma con la capacidad, la retórica con los resultados, la celebridad con verdaderos logros. Encontramos chivos expiatorios convenientes para culpar las tragedias nacionales, dejando que nuestros heroes escapen. E imaginamos que los peores males se pueden atribuir exclusivamente a demonios subterráneos y no a las locuras que con frecuencia surgen de las palabras lindas y los grandes ideales”.

Artículo en inglés

Foto cortesía de Kheel Center via flickr