Por Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre — La mayoría de las crónicas publicadas estos días sobre la crisis que ocurrió en octubre de 1962 sobre los misiles nucleares soviéticos instalados en Cuba indican que Estados Unidos y la URSS estuvieron a punto de entrar en guerra pero que la amenaza por parte del presidente John Kennedy de usar la fuerza salvó al mundo.
El hecho decisivo que se recuerda es que el 24 de octubre una flota de buques soviéticos que portaba más misiles estuvo a punto de tocar la línea imaginaria de bloqueo que Estados Unidos había marcado en torno a Cuba. La historia oficial es que la firmeza de Washington llevó a Moscú a ordenar que sus buques diesen la vuelta hacia la URSS. La realidad fue menos heroica pero más compleja.
La desclasificación de documentos y una serie de diálogos entre funcionarios soviéticos, estadounidenses y cubanos que fueron actores de la crisis permiten tener una perspectiva veraz de lo que ocurrió. Por ejemplo, la flota soviética nunca se acercó a esa “línea roja” sino que 22 horas antes la diplomacia entre la Casa Blanca y el Kremlin tuvo éxito. Lo que detuvo una posible guerra fue una mezcla de firmeza y diplomacia, “escalada controlada” le denominó el presidente Kennedy, y sentido de responsabilidad de Moscú.
Cuba y la Guerra Fría
En 1959 un grupo armado tomó el poder en Cuba. Las nacionalizaciones que implementó el nuevo gobierno de Fidel Castro deterioraron las relaciones con Estados Unidos. En enero de 1961 La Habana y Washington rompieron relaciones diplomáticas. En abril del mismo año un grupo de mercenarios cubanos con apoyo de Estados Unidos intentó invadir la isla entrando por Bahía de Cochinos. La operación falló pero agudizó el enfrentamiento entre los dos países y la obsesión de Washington con acabar con la revolución. Castro comenzó un progresivo acercamiento a la URSS.
En 1962 la inteligencia estadounidense detectó que la URSS suplía de armamento a Cuba. En octubre, una serie de fotografías aéreas mostraron que la isla ya contaba con misiles balísticos con cabezas nucleares que podían alcanzar el territorio de Estados Unidos.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial las relaciones entre la URSS y Estados Unidos se habían deteriorado progresivamente, con enfrentamientos diplomáticos y peligro de confrontación armada en torno a Checoslovaquia, Berlín, Hungría y el Canal de Suez. En 1961 se levantó el Muro de Berlín, el antecedente más inmediato a la crisis de los misiles en Cuba.
La semana de tensión
Entre el 22 y el 28 de octubre hubo intensas negociaciones a la vez que ambas partes de preparaban para una posible guerra nuclear. La instalación de misiles nucleares en Cuba cambió la correlación de fuerzas entre las dos grandes potencias de la Guerra Fría. Desplegar misiles en el Caribe era un avance estratégico incomparable para Moscú a la vez que apoyo a una nueva revolución.
Armar a Cuba con misiles nucleares tenía una inmensa relevancia para contrarrestar la estrategia de Estados Unidos de contar con bases y aliados alrededor de la URSS, desde Europa hasta Asia y el Pacífico. El gobierno de Castro consideró que la instalación de los misiles soviéticos le daría protección para avanzar en el proceso revolucionario sin interferencias.
Washington manejó dos opciones, un ataque aéreo que destruyese los misiles o imponer un bloqueo que impidiese que buques soviéticos llegaran con el material adicional que completaría la instalación de las baterías nucleares. El gabinete de crisis de Kennedy decidió apostar por la cuarentena, el bloqueo, sin descartar el uso de la fuerza. Pero el 19 de octubre el alto Estado Mayor y algunos miembros del gabinete presionaron al Presidente para que se llevara a cabo un ataque sobre Cuba, entre ellos el prestigioso asesor de seguridad nacional McGeorge Bundy.
Kennedy no obtuvo absoluta seguridad de que todos los misiles serían destruidos y continuó con la cuarentena. Gordon M. Goldstein, en su libro Lessons in disaster, indica que “gracias a reveladoras investigaciones académicas sobre la crisis de los misiles ahora sabemos que si Kennedy hubiese aceptado el consejo de Bundy esto podría haber desatado una guerra nuclear”. Bundy reviso mas tarde su posición y escribió: “Habiendo estado tan cerca del final, creo que debemos ocuparnos de que esto no vuelva a ocurrir”.
El sábado 27 de octubre fue el peor de toda la crisis. Como resume el historiador Michael Dobbs en One minute to midnight, ese día Fidel Castro envió un telegrama al premier soviético Nikita Khruschchev urgiéndole a usar las armas nucleares contra el enemigo común; se dispusieron cabezas nucleares cerca de los misiles en Cuba; un avión de reconocimiento estadounidense fue derribado por los cubanos y otro se perdió en el espacio aéreo soviético; un submarino nuclear soviético fue obligado a subir a la superficie por la Marina de Estados Unidos; el Alto Estado Mayor en Washington se preparó para lanzar una invasión sobre la isla mientras que buques soviéticos se acercaron a pocos kilómetros de la base Guantánamo. Cualquiera de estos incidentes podría haber desencadenado la guerra.
Dobbs considera que fue la diplomacia lo que llevó a Khrushchev a ordenar a la flota soviética volver a la URSS. Esto significa que Moscú y Washington no estuvieron a punto de enfrentarse, cara a cara, y que el líder soviético no dio marcha atrás en el último segundo. Pese a que la historia que se ha contado es que Kennedy y Khrushchev no parecían dispuestos a ceder, documentos y testimonios de los protagonistas indican que ambas partes ofrecieron concesiones con el fin de evitar una guerra nuclear.
Kennedy manejó la posibilidad de que Moscú retirase los misiles nucleares de Cuba a cambio de que Estados Unidos desmantelara sus misiles del mismo tipo que tenía instalados en Turquía apuntando hacia la URSS, y a cerrar la base de Guantánamo. De hecho, la URSS aceptó desmantelar los misiles a cambio de la garantía de Estados Unidos de no invadir Cuba. Meses después Washington retiró sus misiles de Turquía. El acuerdo sobre Turquía con el Kremlin se hizo con tanta discreción que parte del gabinete de Kennedy no lo supo en ese momento.
Para Cuba la crisis significó resituar su papel dependiente de la URSS. Castro y la dirigencia cubana entendieron que eran una pieza en el engranaje de la Guerra Fría y la política de bloques. Para romper su aislamiento y diversificar sus alianzas internacionales La Habana empezó desde entonces a apoyar movimientos revolucionarios en África, Asia y América Latina. De alguna manera, el camino del Che Guevara hacia África y luego Bolivia empezó en la crisis de los misiles
Las herencias de 1962
El momento más peligroso de la crisis fue cuando las maquinarias de la guerra de los dos países, y la voluntad de varios funcionarios secundarios, indica este historiador, se movieron hacia una confrontación. Afortunadamente Kennedy y Khruschchev fueron prudentes estadistas que tuvieron en cuenta que la confrontación ideológica no justificaba arriesgar las vidas de millones de personas en una guerra nuclear.
La mitificación y exaltación de la fuerza, dice Dobbs, el mirarse “a los ojos” hasta que “el otro pestañea”, y trazar “líneas rojas” que no se pueden cruzar porque entonces se usará la violencia produjo desastres en la política exterior de Estados Unidos, desde Vietnam hasta Irak. El caso más reciente es la exigencia del primer ministro israelí al presidente Obama de que trace una “línea roja” a Irán en su programa nuclear.
La crisis de los misiles tuvo también otros resultados. Por una parte, Moscú decidió acelerar su programa de armas nucleares con el fin de evitar una nueva derrota. Por otra, ambas partes llegaron a la conclusión de que una guerra nuclear sería destructiva para todos, y que no debería suceder. Esto desplazó la confrontación hacia países periféricos. Se estableció un “teléfono rojo” de comunicación entre Moscú y Washington para gestionar crisis, y en julio de 1963 Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña firmaron el tratado de prohibición de pruebas nucleares en la atmósfera.
Cuba nunca fue invadida pero Estados Unidos impuso un bloqueo que continúa hasta hoy. La URSS se disolvió en 1991 y Rusia heredó sus armas nucleares. Fidel Castro, el más débil de los tres líderes de la crisis de octubre, es el único que sobrevive.
Gracias: Radio Francia Internacional
Foto: Wikipedia