SofitelA los pocos días del presunto ataque sexual que tumbó de su pedestal a Dominique Strauss-Kahn, uno de los hombres más poderosos del mundo, la prensa presentaba a su acusadora como una pobre inmigrante, trabajadora, musulmán devota que había sufrido brutal violencia y humillación mientras desempeñaba su humilde labor.

Para el 2 de julio, con el caso desmoronándose, luego de que la misma fiscalía anunciara los serios problemas con la credibilidad de la acusadora del antiguo director del Fondo Monetario Internacional y posible candidato a la presidencia de Francia, la imagen que pintan Jim Dwyer y Michael Wilson en el New York Times en base a entrevistas con la fiscalía es la de una persona que ha mentido repetidamente y en forma contradictoria sobre aspectos claves de su narrativa, que sencillamente no aguantarían la rigidez de un proceso legal.

En repetidas ocasiones, las oficinas del fiscal de Manhattan habían dicho que tenían un caso firme.

Según el Times, la fiscalía se dio cuenta la debilidad de su caso cuando finalmente tradujo de un dialecto del fulani, lengua que se habla en Guinea el país de la acusadora, una conversación grabada por las autoridades entre ella y su novio, detenido por narcotráfico en una cárcel de Arizona.

“‘No te preocupes'”, dice ella. “‘Este tipo tiene mucho dinero. Sé lo que estoy haciendo'”. Da la impresión de que esperaba beneficiarse del encuentro sexual que había tenido lugar en la lujosa habitación del Sofitel, dice el Times.

La credibilidad de la acusadora estaba por el suelo dice el Times. “Mintió sobre su inmigración, sobre su violación masiva en Guinea, sobre sus experiencias en su patria y sobre sus finanzas”.

“Cambió su versión de lo que había hecho inmediatamente después del incidente con el señor Strauss-Kahn”.

Las reuniones con los fiscales eran tensas, perdía la compostura, comenzaba a lllorar, se tiraba al suelo durante las interrogaciones. Durante días enteros no estaba disponible, apunta.

El Times describe la reunión con la fiscalía previa al anuncio el jueves que el caso que seis semanas antes había presentado como sólido era básicamente un colador.

Fueron entre cinco y seis horas de una junta”devastadora” durante las cuales admitió haber mentido.

Durante semanas, la fiscalía había acumulado recibos bancarios que indicaban depósitos de miles de dólares de a su cuenta que venían de otros estados, mientras que ella había asegurado que su empleo en Sofitel era su única fuente de ingresos, dice.

“Ahora los investigadores le presentaron los recibos bancarias. Silenciosa, la mujer miró a su abogado [Kenneth P.] Thompson, aparentemente buscando dirección de cómo responder. El parecía atónito. ‘Había quedado mudo’, dijo un funcionario'”.

Al día siguiente vendrían los anuncios que dieron un vuelco al caso, desprestigiaron al fiscal general de New York, Cyrus Vance Jr., y lanzaron un corrientazo a la política francesa con la posible exoneración de Dominique Strauss-Kahn.

Artículo en inglés