Camming B&WCon un extenso artículo sobre una modelo que trabaja bajo los pseudónimos Lacey y Miss Lollipop, Matt Richtel presenta en el New York Times un fascinante vistazo al dinámico mundo de la pornografía por cámara en vivo.

Avances tecnológicos y reducciones en los costos de las cámaras han propulsado la industria llamada “camming”.

Ello ha creado “una oportunidad de ganar dinero en el negocio de la pornografía que se ha visto erosionado por la distribución de contenido sexual gratis en internet”.

A diferencia de grabaciones, las cámaras son en vivo y difíciles de piratear, señala.

Algunos de los sitios más concurridos, agrega, atraen hasta 30 millones de visitas mensuales, indican datos de compañías que miden el tráfico por internet.

“En un momento dado, se encuentran cientos de modelos en línea, algunos siendo observados por 1,000 o más personas, otros en shows privados”.

Según ejecutivos de la industria, de los US$5 mil millones anuales que representa la industria pornográfica, US$1 mil millones corresponderían a las cámaras. (Por monumental que parezcan estos datos, cabe señalar que la industria pornográfica ha sido diezmada por la piratería y el contenido de pornografía gratis disponible con solo una búsqueda por internet).

Estos millones, explica, no vienen por subscripciones ni por entradas a las sesiones, dice sino por las “propinas” que los visitantes dan a las modelos para interactuar con ellas “dándoles instrucciones a través de mensajes escritos cómo utilizar un determinado juguete sexual o utilizarlo de una manera específica”.

Señala, sin embargo, que no toda la interacción es de naturaleza sexual — en muchos casos los usuarios sencillamente charlan con los modelos, gastando así sus créditos.

Las modelos pasan horas craneando juegos y otras maneras de involucrar a sus clientes. Igualmente, en algunos casos en cada sesión tiene un ayudando que tras bambalinas le da diciendo quién ha llegado, avisándole cuando uno de los clientes más leales llegan.

En uno de estos sitios, por US$19.99 el usuario compra 200 créditos, señala.

La modelo entrevistada por el Times trabaja en MyFreeCams; otro sitio muy concurrido es LiveJazmin, dice. Muchos de estas páginas funcionan en base al tráfico que generan páginas que ofrecen contenido gratis.

“Los sitios web ofrecen la plataforma y luego recogen y distribuyen las propinas de los modelos”, explica.

Marca esto un cambio en la “dinámica tradicional de poder en el comercio sexual”, dice.

La modelo puede trabajar en un ambiente seguro; no necesita un padrote o protector; ausentes están los peligros de la prostitución.

Aún así,”algunas modelos son motivadas por desesperación económica o incluso esclavitud”.

Igualmente, existe el peligro de que alguien en la audiencia las identifique y chantajee de una u otra manera amenzándola con divulgar su identidad”, que al no ser en contra de ley quita a la modelo toda protección.

Además, los modelos no pueden poner en sus currículos que han trabajado en “camming”, lo cual dificulta su ingreso al mundo profesional — algo que afecta a aquellas personas que persiguen sus estudios y ven esto como una manera de hacer buen dinero durante algún tiempo.

Una muchacha ha comenzado una carrera como stripper, algo que nunca pensó haría.

Además, está la dimensión psicológica.

Una modelo se quejó de que es una labor increíblemente sola y aisladora. “He pasado tantas horas diarias siendo la persona en cámara […] que en algunos días no me siento yo misma”.

La artista que siguió el Times para el extenso reportaje gana hasta unos US$8,000 mensuales.

Tiene un novio a quien no le importa que ella pase todo el día desnuda frente a grupos de hombres, aunque a veces quisiera que “desconecte la marca” mientras están juntos.

Artículo en inglés