Asesinaran a sus enemigos, usando métodos medievales de tortura, llenándolos de plomo, incluso decapitándolos.
Pero los sicarios del nuevo cartel mexicano, Los Caballeros Templarios, que se desprendió de La Familia, son todos unos caballeros que se rigen por un código de conducta, impreso en alta calidad y distribuido por ellos mismos puerta a puerta en algunos barrios de Morelia, estado mexicano de Michoacán.
Natalia Olivares, de Radio Francia Internacional, discute en reportaje algunas de las 53 reglas que contienen las 24 páginas de esta Carta Magna del crimen organizado, donde se abordan temas de religión, libertad de pensamiento, drogas y violencia, y la fidelidad a la organización.
Hacen un llamado a “no ser brutal, no emborracharse en forma ofensiva, no abusar de la inocencia de mujeres castas y menores de edad, utilizando el engaño o el poder para seducirlas”.
Afirman su “apoyo a la libertad de expresión, de conciencia y de religión”, incluida la diversidad de credos, ya que “el templario deberá intentar entender cómo otros se acercan a Dios”.
Prohibe “estrictamente consumir drogas o enervantes”, y obliga a sus miembros a someterse regularmente a pruebas de antidoping.
Recalca que la lealtad es clave: “Quien traicione al grupo será castigado con la pena capital; además, se le decomisarán sus propiedades y sus familiares correrán la misma suerte”.
Y cierra con una última reflexión: “Si por desgracia yo traicionara mi juramento, ruego ser ejecutado por la orden como un traidor”.
