Aseinatos de normalistasManifestaciones de miles de mexicanos horrorizados ante el asesinato de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa el 26 de septiembre, 74 detenidos, un presidente viajando por Asia, mientras que México, América Latina y el mundo se preguntan ¿por qué?

Como están las cosas este 10 de noviembre, las cenizas y fragmentos humanos calcinados confirman que tuvo lugar una matanza en un basural, pero hasta el momento no ha habido pruebas de ADN — porque los asesinos no han dejado nada.

En entrevista con Excelsior, Jesús Murillo Karam, Procurador General de México, dice que no tiene dudas que son los restos de los estudiantes.

(Hace unas semanas, apareció una fosa masiva pero parece que no fueron los restos de los normalistas, ¡sino otras víctimas!)

Agrega Murillo Karam que posiblemente hubo dos móviles por el asesinato. Primero que la presidencia municipal quiso impedir que se interrumpiera un acto político planeado; segundo que un grupo delincuencial pensaba que los normalistas pudieran estar infiltrados por alguna banda rival.

Pero Javier Corral Jurado, Senador por el estado de Chihuahua, catedrático y autor, en columna publicada en el portal La Silla Rotava más allá.

Atribuye el crimen a un régimen político en bancarrota.

Por eso Ayotzinapa, además de profundo dolor, nos deja una confirmación indiscutible: el régimen político está agotado. Su desenvolvimiento pasmoso y retrasado a lo largo de los hechos, la desconexión del discurso político de la clase gobernante con la exigencia social en la calle, la persistencia del pacto de impunidad entre la clase política, la rapiña de los partidos en la raja electoral de la tragedia, la guerra intestina de odios y temores en la izquierda mexicana y la incapacidad e insensibilidad del presidente de la República que hoy mismo se fuga temporalmente a China, demuestran ese agotamiento.

Sufre México una ausencia profunda de responsabilidad ética, jurídica y política, agrega, que además trae la “incapacidad e incomprensión de una amplia gama de actores políticos, sociales, empresariales, para asumir la realidad y trabajar en una perspectiva de largo plazo; es la negación reiterada entre quienes tienen poder público para aceptar los valores esenciales de una democracia y un estado de derecho moderno.

La complicidad de distintas instancias gubernamentales con el narcotráfico, tiene sustento en una corrupción que trasciende lo policiaco, o las políticas de seguridad; es la debilidad institucional para llegar hasta las últimas consecuencias en el castigo a conductas desviadas, actos de corrupción, omisiones o violaciones a la ley, y para sentar precedentes ejemplares de sanciones administrativas, políticas y penales. Los actos de persecución a la corrupción política son selectivos en un sexenio, con propósitos de afianzamiento del poder al inicio de una administración, estrictamente mediáticos o para justificar acciones de mayor control autoritario.

Javier Corral Jurado pide para su patria un cambio radical, “…transformar, seriamente, las instituciones del país; sacudir la estructura del régimen político, si no queremos ser de manera consistente la vergüenza ante el mundo, como ahora lo somos. En un reciente reportaje, la revista The New Yorker, se preguntaba si ¿pueden 43 jóvenes inspirar una nueva revolución en México? Quizá eso no acontezca, pero sí detonar uno de los cambios más profundos al diseño de nuestro régimen, si hay clase política capaz de comprender el momento que vivimos.

Aquí puede leer la columna completa de Javier Corral Jurado