Mario Vargas LlosaMADRID.- En un edificio de la calle Flora, a metros del Palacio Real, hay problemas de humedad. No solo peligra la pintura de las paredes, sino también la biblioteca de Mario Vargas Llosa, que respira en uno de esos departamentos. Mientras este tesoro material es amenazado y lucha por mantenerse indemne, el acervo dramatúrgico del Premio Nobel de Literatura celebra una gloriosa victoria. El Teatro Español, la sala oficial de Madrid, allí donde funcionó un corral de comedias, representará la obra dramática completa del autor peruano.

La Chunga (1986) es la encargada de dar inicio a este ciclo, en el que también se llevará a escena La señorita de Tacna , El loco de los balcones y Kathie y los hipopótamos , entre otras. Minutos antes de que comience la función para invitados, Vargas Llosa espera de buen humor en una sala anexa al gran escenario. Está acompañado por varios amigos, sentado en una mesa redonda, pero el carisma y la presencia que impone lo ubican en una cabecera ficticia.

Sobre otra mesa y otros amigos -y sobre las fantasías e interpretaciones de un hecho misterioso que obsesiona a sus testigos- se trata La Chunga [apodo que subraya el origen humilde de la protagonista, ya que muchos campesinos de mediados del siglo XX llevaban este apellido en Priura, al norte de Perú, donde transcurre la acción]. Con dirección de Joan Ollé, la heroína es interpretada por Aitana Sánchez Gijón, quien compone a una mujer sin edad, masculina, fría, dueña de una gran amargura y violencia, nacida en la sórdida Casa Verde (el prostíbulo que da nombre a una de las novelas más famosas de Vargas Llosa). Cuatro amigos, asiduos concurrentes al bar que regentea La Chunga, insisten en conocer qué ocurrió la noche en la que Josefino, el más repugnante y seductor de todos, ofreció a su bella novia (Irene Escolar) a la patrona del antro para pagar sus deudas. Ambas mujeres subieron las escaleras de la mano, en eso coinciden todos, pero el tiempo ha transcurrido y desde entonces nunca jamás se volvió a ver con vida a la jovencita. Completan el elenco el argentino Tomás Pozzi (ver recuadro), Asier Etxeandía, Jorge Calvo y Rulo Pardo.

Al día siguiente del estreno, el elenco se presenta en la conferencia de prensa en el salón del segundo piso del Teatro Español, mirador de privilegio para contemplar las estatuas de Federico García Lorca y Calderón de la Barca que custodian la Plaza de Santa Ana. “Me ha levantado el corazón ver lo que he visto. De todas las versiones a las que pude asistir, ninguna se compara con esta. Es cierto que dudé de que Aitana pudiese interpretar a esta mujer, porque ella es muy bella, culta y delicada. Ella eligió este personaje, a pesar de que le sugerí otros. Hoy admito que logró una transformación asombrosa”, confiesa su error el autor.

Una de las versiones que recuerda el público español es la de Nati Mistral, en el Teatro Espronceda, a fines de los ochenta. En esta puesta, Sánchez Gijón conduce el espectáculo con su criatura, un ser que lucha por obtener respeto en un universo machista. Su entrega, que incluye un desnudo total, la barbarie y los abusos que debe soportar, y la naturalidad con la que sortea estas situaciones, vuelve a justificar que sea ella la actriz mimada de las tablas españolas y que bien merecido tiene el prestigio que la recubre.

“Aitana sería para el teatro español lo que Maribel Verdú al cine”, coincide un grupo de periodistas especializados. El escenario está dividido en dos mitades: a la izquierda, el bar; a la derecha, un sótano y la habitación de La Chunga. Cada una de las versiones y cada una de las fantasías que han elaborado los testigos de la desaparición de la joven transcurre en una segunda planta. Es digno de destacar el recurso escenográfico de esta versión en la que, además del fastuoso telón de terciopelo con un inmenso escudo labrado del Teatro Español que distingue los dos actos, hay otro telón. Este último se extiende sólo en el margen derecho, sobre la mitad del escenario, y es el que servirá para delimitar las diferentes escenas del segundo acto.

Priura y esa atmósfera asfixiante, rodeada de los arenales del norte peruano, donde se crió el autor, es el espacio de La Chunga, y de la próxima novela de Vargas Llosa. El escritor no quiso adelantar demasiado la trama de El héroe discreto, pero sí expresó que transcurrirá en el presente de esa ciudad, hoy desarrollada económicamente, pero aún dueña de un “arraigado machismo y esa violencia fragante”.

Conocido mundialmente por sus novelas y ensayos, Vargas Llosa logra un merecido reconocimiento en vida, un homenaje que raramente ocurre o ha ocurrido en otro lugar del mundo, en otro siglo, en nuestro idioma: “Escribir teatro es una lección de modestia y de síntesis, porque a diferencia del novelista, el autor de teatro tiene que aceptar su condición de mera pieza en un mecanismo donde juega un papel muy pequeño”, asegura.

Ménage à trois de Vargas Llosa

En el prólogo a Teatro, obra reunida, que recoge todas sus piezas, Vargas Llosa narra el impacto que generó dentro suyo la representación de Muerte de un viajante, a cargo de la compañía argentina comandada por Francisco Petrone. Promediaban los cincuenta y por entonces no existía movimiento teatral alguno en Lima. Si lo hubiese habido, opinaba mucho tiempo después, se hubiese dedicado a la dramaturgia y no a la novela. La Chunga nació dos décadas después de publicada La casa verde, cuando el autor no dejaba de pensar en las posibilidades que le ofrecía un personaje tan complejo y fascinante como esta mujer a la que el pueblo llama “marimacho” por lo alto y por lo bajo. Curiosamente es La Chunga la pieza que más versiones ha tenido, a pesar de las escenas de gran violencia y de su temática.

En la Argentina es conocida la versión de La señorita de Tacna, que fue interpretada por Norma Aleandro, con dirección de Oscar Ferrigno, en el Maipo. Sin embargo, Vargas Llosa no ha sido asiduamente representado en Buenos Aires, a diferencia de lo que ocurre en otras capitales teatrales.

Pero si de una sociedad se trata a la hora de hablar de sus textos sobre los escenarios, el autor Sánchez Gijón, y el realizado Ollé conforman un ménage à trois, como ellos mismos definen el vínculo que comenzó con La verdad de las mentiras, continuó con Odiseo y Penélope y se había despedido hasta esta semana con Las mil y una noches. En estas tres obras, el escritor no solo ofició como autor, sino como intérprete, y así tuvo una doble tarea en un sistema de engranajes tan complejo como el que implica hacer teatro. “Quiero entonces que sepan mis colegas y los actores que sé de qué se trata el verdadero horror: el pánico escénico.”

LA NACIÓN (ARGENTINA)

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