NEW YORK–El verano en la gran manzana es tradicionalmente la mejor época del año, las calles llenas de energía que casi podría tocarse, la actividad sin fin, la belleza, combinación de cuerpos esculturales con creativas modas, es tentación hasta para los más santos, y motivo de furia para tantas parejas al ver que su acompañante no puede evitar voltear la cabeza y mirar. Admirar. Suspirar.

Hasta este año. Más de 12 días consecutivos con temperaturas superiores a los 90 grados Farenheit, la gente pide alivio. Doblegados se medio arrastran los neoyorkinos.

Es un horno donde el sol quema como en los trópicos, la humedad entorpece el ambiente y al salir a la calle se disipa toda energía; donde el sudor, el malestar, el cansancio se multiplican para convertirnos en peleles que deambulamos. Deténgase usted a conversar con alguien, el tema invariablemente, llevará a discusiones nostálgicas sobre el otoño, incluso el invierno. ¿Brisa? No sopla. ¿Sombra? No existe.  Mañana, tarde, noche, el calor es insoportable rebotando de los edificios, concentrándose en el pavimento que parece derretirse. Y ¿aquellos hermosos y esculturales cuerpos? Nadie mira a nadie: estamos sin energía.

Además, como informa el New York Times, el calor trae sus problemas. “El más serio de todos, los homicidios: hasta el momento 44 este mes que son 9 menos que el mismo mes el año pasado cuando refrescó como si fuera otra estación”.

Por no decir el consumo de electricidad, las demoras en los trenes, la cantidad de visitas a los servicios de emergencia, los desmayos de las personas mayores. Y,  horror de horrores para los turistas, según el Times “Durante once días este mes los conductores de carrozas en el Parque Central han sido obligados a guardar a sus caballos en los establos por un funcionario de la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad a los Animales termómetro en mano”.

El día más caliente fue el 6 de julio, con 103 grados Farenheit. Se anticipa que el 24 llegue a los 104, según informes.

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Foto cortesía de baha via flickr