La demanda de Bienvenu Mbutu Mondondo, un ciudadano congolés residente en Bélgica que pide que se prohiba el libro Tintín en el Congo de Hergé por incitar al racismo nos recuerda un ensayo de Mario Vargas Llosa sobre el genocidio que perpetró Bélgica contra la población de su principal colonia, el Congo.
Vargas Llosa escribe sobre la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness), publicada a fines del siglo 19 y que constituye una denuncia sobre el papel del rey de Bélgica Leopoldo II, “quien debería figurar, junto a Hitler y Stalin, como uno de los criminales políticos más sanguinarios del siglo XX”.
Leopoldo II, con su hábil manejo de las relaciones públicas, “Invirtió importantes sumas sobornando periodistas, políticos, funcionarios, militares, cabilderos, religiosos de tres continentes, para edificar una gigantesca cortina de humo encaminada a hacer creer al mundo que su aventura congolesa tenía una finalidad humanitaria y cristiana: salvar a los congoleses de los traficantes árabes de esclavos que saqueaban sus aldeas”.
“Bajo su patrocinio, se organizaron conferencias y congresos, a los que acudían intelectuales —mercenarios sin escrúpulos, ingenuos y tontos— y muchos curas, para discutir sobre los métodos más funcionales de llevar la civilización y el Evangelio a los caníbales del África. Durante buen número de años, esta propaganda goebbelsiana tuvo efecto. Leopoldo II fue condecorado, bañado en incienso religioso y periodístico, y considerado un redentor de los negros”.
Igualmente, Leopoldo II llegó a ser uno de los hombres más ricos de Europa con su explotación del territorio conocido como el Estado Libre del Congo (actual República del Congo) del cual fue propietario, reconocido por varias naciones incluyendo EUA.
Se calcula que unos 10 millones de congoleses murieron entre 1885 y 1908, cuando Leopoldo II cedió el territorio a Bélgica, que siguió explotándolo con igual brutalidad.