Juliana Giraldo y su compañero Francisco Larrañaga

El asesinato por un soldado del ejército colombiano de Juliana Giraldo Díaz ha consternado a Colombia, generando protestas en diversas ciudades del país. Al mismo tiempo, y con la nefasta intención de un Goebbels criollo, la maquinaria de propaganda oficial ha respondido, escupiendo mentiras burdas y transparentes, que además de desprestigiar aún más las instituciones, revictimizan a la asesinada e insultan la inteligencia del país y el mundo que observa aterrado.

Titulares han sacado a relucir que Juliana era una mujer trans.

Algunos escribieron que “resultó muerto un hombre”.

El Ministro de Defensa se niega siquiera a disculparse. Al día siguiente del asesinato elogió el heroísmo de los soldados.

Circula por Twitter una versión con un pasaporte según la cual Juliana era una narcotraficante mexicana del cartel de Sinaloa.

Apólogos del ejército dijeron que el soldado había disparado al suelo, y la bala había rebotado, dandole en la cabeza.

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El Ejército dijo que “resultó muerta”, como si eso fuera siquiera posible. Los medios afectos, por su parte, dicen que murió y que era un hombre que “se hacía llamar” Juliana. Como para rematarla.

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Los hechos.

Según diversos informes (El Olfato publica un conmovedor relato El Amor Bonito por Jaime Honorio González), Francisco Larrañaga, compañero de la mujer asesinada conducía un auto que estaba reparando hacia al poblado de Corinto, departamento de Cauca al sur-occidente del país, para comprar unos repuestos. Le acompañaban Juliana y otras dos personas.

Al encontrar ejército en la vía, y debido a que había olvidado los papeles del auto, decidió dar la vuelta. Un soldado abrió fuego y mató a Juliana.

No obstante su dolor, Larrañaga logró grabar en su teléfono a los soldados que mataron a su compañera.

El video no tardó en hacerse viral y comenzó el engranaje de propaganda a mentir.