La idea, dice Noah Rosemberg en el New York Times, es que los dueños de las tarjetas robadas estaban tan acostumbrados a gastar tanto que no se notarían nada extraño en algunas compras — como cajas de vino, bolsas del diseñador Louis Vuitton, joyas de Cartier, incluso una litografía de Roy Lichtenstein.

La información de por lo menos 50 de tarjetas, agrega, fue obtenida por los meseros de icónicos restaurantes neoyorkinos — Capitall Grille, Smith & Wollesnky, Jojo y Wolfgangs Steakhouse — cuando los clientes pagaban su cuenta.

Dice que al entregar el cliente su la tarjeta — American Express Centurion u otras sin límites — los meseros usaban un dispositivo del tamaño de un pintalabios para extraer los datos de la franja magnética.

Luego, agrega, creaban una tarjeta con los datos robados.

Dice el Times que en un apartamento del alto Manhattan las autoridades incautaron computadores, escáners, codificadores, máquinas de estampación y otros dispositivos hi-tech con que producían las tarjetas robadas.

Luego, ensayaban la tarjeta en taxis para asegurar que funcionara perfectamente.

Y de ahí salían de compras a tiendas como Bergdorf Goodman, Burberry y Chanel, en sitios como Boston, Chicago y en la Florida.

Las autoridades incautaron más de US$1.2 millones en efectivo y más de US$1 millón en mercancía, incluyendo 35 cajas de vino.

Han formulado cargos criminales contra 28 personas, dice el Times.

Artículo en inglés 

Foto cortesía de clemson via flickr