Egipto
Foto MOSAAB EL-SHAMY

La brutalidad de los ataques del ejército egipcio contra los islamistas de la Hermandad Musulmana parece ser parte de un esfuerzo concertado para provocar la violencia, justificar la represión y presentar al grupo como extremistas ante el resto de la población, escribe Rick Gladstone en el New York Times. 

Buscan justificar la destitución el 3 de julio por los militares del presidente Mohamed Morsi, primer presidente electo democráticamente en 30 años en la nación árabe más importante, y socavar cualquier posibilidad de diálogo que permita recuperar el espacio político a la Hermandad en Egipto.

En entrevistas con historiadores árabes y expertos occidentales en política del Medio Oriente, el Times encontró paralelos con Argelia, donde “el ejército también intervino para subvertir el ascenso islamista en la política electoral democrática hace más de dos décadas, dando lugar a un terrible período de represión y caos”.

Ahora se vive en Egipto una situación de violencia que, aunque todavía no se le considera una guerra civil, el odio y la polarización presagian un futuro de insurgencia de baja intensidad por parte de los islamistas, dice.

Comenta un experto que el ejército pudo haber subestimado la fuerza de los islamitas. “Los militares hicieron un cálculo al cual le han apostado. Pero la Hermandad Musulmana ha mostrado más resistencia, más disposición a tomar golpes”.

Mientras que es imposible predecir el resultado, algo queda claro, sostiene  Tamara Cofman Wittes directora del Saban Center for Middle East Policy de Brookings Institution: “Claramente Egipto no sigue una trayectoria hacia la democracia, el pluralismo, la tolerancia. Está polarizado. Hemos regresado al estado de la seguridad”.

Artículo en inglés