Fernando BoteroSamir Naji al Hasan Moqbel es uno de los 43 presuntos terroristas musulmanes encarcelados en la prisión estadounidense de Guantánamo que se han declarado en huelga de hambre. Su testimonio fue publicado el 14 de abril en el New York Times. Traducción El Molino Online.

Un hombre aquí pesa sólo 77 libras. Otro, 98. Lo último que supe, yo pesaba 132, pero eso fue hace un mes.

He estado en huelga de hambre desde el 10 de febrero y he perdido más de 30 libras. No comeré hasta que recupere mi dignidad.

He estado detenido en Guantánamo por 11 años y tres meses. Nunca he sido acusado de ningún delito. Nunca he sido juzgado.

Yo podría haber regresado a casa hace años — nadie seriamente cree que yo sea una amenaza — pero todavía sigo aquí. Hace años, el ejército dijo que yo era un “escolta” de Osama bin Laden, pero esto era una tontería, que parece sacado de las películas americanas que solía ver. Ni siquiera parecen creerlo ya. Pero tampoco parece importarles cuánto tiempo llevo aquí, tampoco.

Soy de Yemen y en el 2000, un amigo de la infancia me dijo que en Afganistán podría ganar más de los US$50 mensuales que ganaba en una fábrica y mantener a mi familia. Yo nunca había viajado y no sabía nada acerca de Afganistán, pero vi una oportunidad.

Me equivoqué al confiar en él. No había trabajo. Me quería ir, pero no tenía dinero para volar a casa. Después de la invasión estadounidense en 2001, él huyó a Pakistán como todos los demás. Los paquistaníes me arrestaron cuando les pedí ver a alguien de la embajada yemení. Me enviaron a Kandahar y me pusieron en el primer avión a Guantánamo.

El mes pasado, el 15 de marzo, estaba enfermo en el hospital de la prisión y me negué a ser alimentado. Un equipo de la E.R.F. (Fuerza de Reacción Extrema), que consistía en ocho agentes de la policía militar vistiendo ropa antidisturbios, irrumpió. Me ataron las manos y los pies a la cama. Me insertaron a la fuerza en la mano una vía intravenosa. Pasé 26 horas en esa situación, atado a la cama. Durante este tiempo no se me permitió ir al baño. Me insertaron un catéter, que fue doloroso, degradante e innecesario. Incluso no se me permitió rezar.

Nunca olvidaré la primera vez que pasaron el tubo de alimentación por la nariz. No puedo describir lo doloroso que es ser alimentado a la fuerza de esta manera. Cómo entró y me produjo ganas de vomitar. Quería vomitar, pero no pude. Me producía un dolor agonizante en el pecho, la garganta y el estómago. Nunca antes había experimentado un dolor similar. Yo no le deseo esto a nadie castigo cruel.

Todavía estoy siendo alimentado a la fuerza. Dos veces al día me atan a una silla en mi celda. Brazos, piernas y cabeza atados con correas. Nunca sé en qué momento van a venir. A veces vienen durante la noche, tan tarde como las 11 pm, cuando estoy durmiendo.

Ahora somos tantos en huelga de hambre que no hay suficientes miembros del personal médico calificado para llevar a cabo las alimentaciones forzosas. Ahora nada paso a intervalos regulares. Están alimentando a la gente todo el día sólo para mantener el ritmo.

Durante una alimentación forzada, la enfermera empujó el tubo de 18 pulgadas en mi estómago, haciéndome más daño que de costumbre, porque estaba haciendo las cosas apresuradamente. Llamé a la intérprete para que preguntara al médico si el procedimiento se está haciendo correctamente o no.

Fue tan doloroso que les supliqué que pararan de darme de comer. La enfermera se negó a dejar de alimentarme. Cuando estaban terminando, algunos de los “alimentos” se derramaron en mi ropa. Les pedí que me cambiaran de ropa, pero el guardia se negó a permitir que me respetaran este último jirón de mi dignidad.

Cuando me obligan a sentarme en una silla, si me niego a ser atado, llaman al equipo FER. Así que puedo elegir. Puedo ejercer mi derecho a protestar mi detención, y ser golpeado, o puedo ser sometido a la dolorosa alimentación forzada.

La única razón por la que todavía estoy aquí es que el Presidente Obama se ha negado a regresar a ningún detenido a Yemen. Esto no tiene sentido. Soy un ser humano, no un pasaporte, y merezco ser tratado como tal.

Yo no quiero morir aquí, pero hasta que el presidente Obama y el presidente de Yemen hagan algo, eso es el riesgo que corro todos los días.

¿Dónde está mi gobierno? Me someteré a todas las “medidas de seguridad” que quieran a fin de regresar a casa, a pesar de que sean totalmente innecesarias.

Accederé a lo que pidan con tal de ser puesto en libertad. Ahora tengo 35 años. Lo único que quiero es ver a mi familia de nuevo y formar mi propia familia.

La situación es desesperada ahora. Todos los detenidos aquí están sufriendo profundamente. Al menos 40 personas aquí están en huelga de hambre. Las personas se desmayan a diario por el cansancio. He vomitado sangre.

Y no hay final a la vista para nuestro encarcelamiento. Rechazar alimentarnos y arriesgar la muerte todos los días es la elección que hemos hecho.

Sólo espero que, debido al dolor que estamos sufriendo, el mundo mire una vez más hacia Guantánamo antes de que sea demasiado tarde.

Samir Naji al Hasan Moqbel, preso en Guantánamo desde 2002, contó esta historia, a través de un intérprete árabe, a sus abogados en la caridad legal Reprieve en una llamada telefónica sin clasificar.